2.

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El día otra vez estaba nublado, nos encontrábamos en una situación parecida a la anterior. Esta vez Bobby estaba acostado a los pies de Emma, que estaba sentada en un banco. En lugar de un libro, esta vez traía una libreta. Eran sus apuntes de matemática. Esa materia le costaba y debía dedicarle más tiempo del normal. Pero era imposible dedicarle tiempo a algo cuando uno estaba constantemente fijándose la hora, porque buscaba algo. Todavía faltaba media hora, pero de todos modos el celular era desbloqueado cada unos veinte segundos. 

—Ven Bobby, acompáñame a comprar algo para tomar —pidió, como si el perro fuera a entenderla.

Ató a Bobby, guardó las cosas y cruzaron la calle con bastante cuidado. Bobby era un poco inquieto, costaba trabajo controlarlo. Emma se pidió un café latte, para ver si eso podía mejorar su concentración. Se encontró con su amiga de toda la vida y con quien compartía clases en la secundaria, Bridgit. Se quedaron hablando un buen rato sobre el examen de matemáticas, los profesores o los rumores de último momento de su colegio. Emma se preguntaba a qué colegio iría su rubio. Se despidió de Bridgit luego de un rato y encabezó a su lugar de antes. 

Fue a cruzar y Bobby debía de haber visto algo que le llamó la atención, porque arrastró a Emma sin compasión a través de la calle y buena parte de la vereda. Y, con la muy hermosa suerte de Emma, justo estaba pasando corriendo su amor imposible.

Pero algo había cambiado. Había visto la escena de la chica corriendo detrás de su perro, corriendo para que no se escape. No se había parado, estaba en la otra esquina, pero se veía todo. Y lo había visto reír ante tal cosa. Probablemente era lo más lejos que Emma podría llegar, pero también era más de lo que podía pedir de un completo extraño.

El rubio pasó corriendo a su lado, dejando un aroma a sudor y algún tipo de perfume que no conocía. Bobby estaba olfateando algo a su lado, aunque Emma no le prestaba mucha atención. Otra vez, Emma contempló como desaparecía, y decidió volver a su casa. El cielo se estaba tapando, y no quería que Bobby se ensuciara. Además, tratar de concentrarse en la plaza o en su casa, después de lo que acababa de pasar, iba a dar los mismos resultados. Algo totalmente inútil, porque el corazón de Emma latía a mil por hora, y su cerebro se había desconectado del mundo.

Exquisito dolor ➳ l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora