Tu pasado

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Aunque la idea no le gustaba ni un poco, Arimi fue quien aceptó en su casa a la muchacha pelirroja, luego de que pasase tres días durmiendo en casa de la anciana Abby.

Por supuesto, la idea de tenerla vigilada le era agradable, mas, no la de ver su intimidad invadida. Ni siquiera ahora que podían comunicarse.

Esta será tu habitación—le dijo, cuando subieron las escaleras de su casa. Era de madera, de techo alto y paredes pintadas de un agradable tono purpura. Los muebles eran sencillos, de colores neutros. Había un hogar encendido en el primer piso.

Es muy bonita—Violet sonrió. La estancia era pequeña, pero uno de los muros poseía una ventana de lado a lado, con vista hacia el mar. Había un tragaluz en el techo, algunos estantes vacíos, un ropero delgado.

Sólo tienes un atuendo, pero créeme que pronto tendrás más—Arimi sabía que varias ancianas, enternecidas con la historia de Hayate y Violet, se habían puesto a hacer algo de ropa para ella—. El baño está abajo, así que trata de no hacer mucho ruido si bajas por la noche—al ver que la pelirroja seguía mirando la habitación de forma dudosa, añadió—. Tu cama la traerán por la tarde. Si quieres descansar puedes hacerlo en el sofá.

No hace falta—algo nerviosa, añadió—. Gracias y perdón por la intromisión.
Ya sabes las reglas de la casa—le recordó—. Todo irá bien si las cumples.

Durante la tarde llegaron Feng y Hayate. Ambos acomodaron la cama de madera en el segundo piso.

La abuela Uyhai traerá unos edredones y sábanas—mencionó el arquero. Observó de reojo a Violet—¿Necesitas algo más?

Insegura, la muchacha negó moviendo la cabeza.

Quizá podrías haber traído algo para comer—Arimi se sentó en el sofá frente a la chimenea—. No he podido comprar nada desde que llegamos.

Feng se acercó, quedando de pie junto a ella

Vayamos ahora—dijo—. El mercado sigue abierto
¿Ahora?—Arimi frunció el entrecejo.

Si iban juntos, Violet y Hayate quedarían a solas y no sabía si era buena idea. Estando juntos allí podría estudiarlos más detenidamente, para saber de una vez qué es lo que había pasado con Abby.

Arimi—insistió Feng, esta vez mirándola a los ojos—Prepárate y vamos.

"Maldita sea, vamos" pensó la exploradora poniéndose de pie. Y partió junto a su compañero, no sin antes dar una mirada de advertencia a Hayate.

La casa de la exploradora se encontraba bastante lejos de la plaza principal, a orillas del bosque. El sendero era bastante pequeño, rodeado de vegetación y algunas cercas de madera. Para cuando terminaron de recorrerlo, llegando al camino principal, Arimi no aguantó más el silencio entre ellos.

¿Te ha dicho algo?
No—respondió Feng. No iba a añadir nada, pero notó la gélida mirada de ella—. No actúa distinto a lo usual, pero Abby ha ido tres veces a su casa y se encierran a hablar. No me ha dicho qué es lo que sucede.

Abby tampoco lo dirá—Arimi exhaló de forma pesada—. Lo que sea que hablaron el día de nuestra llegada los alejó—hizo una pausa, recordando los días en la nieve, en los campamentos, en el barco—. Tú los viste. No se apartaban el uno del otro y si lo hacían se miraban desde lejos ¿Cómo es posible que ahora que pueden hablar se alejasen así?

Está claro que hay información que no tenemos—Feng se detuvo un momento y su compañera, unos pasos más adelante, se volteó a verlo—. Y debemos respetarlo, Arimi. Es su decisión.

EntrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora