Terror Nocturno

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El clan del zorro estaba inmerso en calma y tranquilidad.
Como si siempre hubiese llevado allí su existencia, la joven Violet se habituó rápidamente a las rutinas y dos meses después era una más de la comunidad.

Sus deberes eran los mismos que cualquier otro miembro de su edad, asear espacios comunes, ayudar a los mayores en sus labores. Acudía a los sembradíos y en la recolección de la costa.

Así también, por cuenta propia, había decidido aprender el idioma de la región llamado Origin. A causa de ello, todas las tardes se quitaba el collar e iba a clases con los niños más pequeños de la aldea para aprenderlo.

El conocimiento que Violet adquirió en esos meses sobre la cultura e historia de la región, le dieron certeza de que ese cambio de realidad no se trató de un viaje en el tiempo, como sospecho alguna vez. Evidentemente, dados esos tres soles, tampoco estaba en la tierra.
Mientras más consciente era de lo lejos que estaba, más aliviada de sentía.

Había una sola persona, sin embargo, que sabía que no todo era calma para Violet.

Con bolsas amoratadas bajo los ojos, Arimi llegó algo tarde al entrenamiento con Feng y Hayate.
Estaban en una barraca hecha de madera con varios estantes. En ellos se distribuían distintas armas y herramientas. Había un par de estafermos para entrenar tanto a corta como a larga distancia.
Pese a ser un lugar abierto poseía un hogar encendido a causa del frío.

Otra vez parece que no dormiste en absoluto—reclamó Feng al verla.
Lo hice—respondió, buscando una de las espadas largas de madera—. Creo que debo mejorar la calefacción.

¿Te despierta el frío?—preguntó Hayate buscando entre los mesones algunas flechas. Arimi asintió de forma distraída y comenzó a golpear el muñeco con el arma de entrenamiento.
Los dos hombres se miraron de reojo.
Ella sabía que ambos la conocían muy bien como para mentir y aún así lo estaba haciendo.

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Una de las costumbres establecidas entre el ahora grupo de cuatro del clan, era el encuentro a media tarde del segundo sol para comer en casa de Feng.

En una de esas reuniones, algo tímidamente, Violet había declarado que de todas las viviendas que conocía, esa era su favorita.

El techo en punta que terminaba en el suelo daba a la casa la forma de una enorme letra "A" qué podía ser vista desde la plaza central. Adentro todos los espacios estaban juntos. La cama al fondo, elevada por un par de escalones junto al único cuarto cerrado que era el baño. Un mesón largo de madera pulida daba la bienvenida a la cocina, siempre impoluta. Había distintos tipos de utensilios, ollas e ingredientes que Violet no podía comparar a nada de su mundo.

En la madrugada atrapé algunos duriales—mencionó el rubio, mientras sacaba un largo y afilado cuchillo para descamar un par de pescados azules.
Espero que los hagas fritos esta vez—mencionó Arimi, saliendo con el cabello mojado desde el cuarto de baño y vistiendo su ropa usual.
Mi turno—anunció Hayate, yéndose con una toalla al hombro a la ducha.
No—Feng cortó las cabezas de ambos pescados—. Los haremos guisados, con hierbas y tubérculos que trajo Violet.


Para la joven, ver cocinar al rubio era también parte de su rutina.

Así como tomaba notas de las letras Origin también lo hacía con las recetas que, diariamente, preparaban.
Algo que le causaba extrañeza es que nunca habían preparado algo con carne, sólo pescados y mariscos.

Dos horas después, habiendo comido a gusto, los cuarto reposaban al rededor de la mesa. Arimi, apoyada en uno de los muros, se había quedado dormida.

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