Echo despertó como todos los días, se bañó como todos los días y salió como hacia siempre, su vida era una rutina, una rutina que no tenia fin, siempre había querido a su vida como si fuese un bote de basura, todos los días ibas desechando algo, y en este caso, se estaba desechando a si misma, quería acabar con su aburrida rutina de una vez por todas, había pasado una semana después de su encuentro con Matt, la única persona que se le había insistido en acercar, pero nunca le volvió a ver.
Se sentó en la fría banca que se encontraba en un lado apartado del parque y saco su libreta y sus audífonos y comenzó a dibujar el lindo paisaje que se extendía frente a ella, desde las escarchadas hojas hasta el árbol más grande, desde el pequeño que jugaba cerca de la fuente, hasta la señora con los ojos mas azules que he visto en su vida, se relajaba, se olvidaba de su niñez, de todo, y se concentraba en su cuaderno, todos y cada uno de los detalles hacían que el dibujo tome forma, cerro su libreta y la coloco dentro de su mochila, sus ojos pasearon por el habitual y doloroso invierno.
Aunque no quisiera admitirlo, le ocurrían pesadillas en esta época del año, imágenes que no la dejaban dormir, y que lentamente se hacían insomnio, las oscuras bolsas bajo sus ojos la hacían culpable de eso, veía imágenes, veía cosas que, en realidad, no estaban ahí, sombras, ya había ido al psicólogo, pero este dijo que eran efectos segundarios de insomnio, primera razón por lo que no confía en los psicólogos: ellos también estaban locos.
–Pensé que nunca te volvería a ver.
–Y yo rece para no volverte a ver – Matt se sentó al lado mío con intención de seguir hablando
– ¿Sabes qué?
– ¿Qué?
–Creo que este es el comienzo de una linda amistad
–En tus sueños, Matt
–Serán mis mas dulces sueños, Echo
–Eres increíble
–Ya me lo han dicho
Echo rio ligeramente por el pequeño comentario
–Recuérdame traer cinta la próxima vez que nos veamos
–Preferiría no recordártelo, no sé qué tiene esa mente
–Mejor y no lo sepas
Echo se levantó y Matt imito su movimiento y caminaron en un agradable silencio sobre la acera, Ella solo se dispuso a observar al difunto que caminaba junto a ella, se podría decir que era apuesto, pero Echo no se podía dar el lujo de decirlo, cabello café, ojos azules marcados, como de un metro ochenta, todas las chicas que eran obviamente menores le lanzaban miradas de soslayo, o sonrisas coquetas, luego a Echo le entro una gran pregunta, ¿Cuántos años tendría?, a pesar de tener, por su estatura, veinte y seis años, la cara de niño se le notaba a kilómetros, Matt era risueño, la sonrisa que adornaba su rostro era casi imposible de imitar, sus ojos brillantes como el sol, siempre miraban al frente, se le notaba feliz todo el tiempo, y era hasta contagiosa, todas la personas que pasaran junto a él, le pegaba una aura de alegría y felicidad que iluminaba su rostro cada minuto, pero a Echo no le funcionaba, ella solo lograba encerrarse, un aura aburrida, a través de sus ojos se podía observar quien era ella, cualquiera que la miraba a los ojos se sentía tranquilo, sentía la bondad que ella desprendía, imaginación e ideas cultivaban su mente, a veces tantas, que le dolía la cabeza, ella siempre ha sido alguien de confiar, pero ella misma ni se lo cree.
–¿Qué te parece si vamos a un café que queda cerca?, me he cansado de caminar – dijo Matt deteniéndose .
–Pero si apenas hemos caminado tres minutos, ¿tan poca capacidad física tienes?
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Go
MizahEcho era una niña con una infancia llena de fantasía y ternura, hasta la muerte trágica de su abuela y el extraño accidente de sus padres, Echo es consumida por la depresión siempre que se da cuenta de que vive la realidad. Podrá Echo tener una vida...