Camina, camina, no deja de caminar, está perdido, sube su mirada, Arthur se encuentra en un callejón sin salida, tiene una pistola en mano, explora el lugar, logra ver a un chico atado, es el chico pelirrojo de la patineta.
Sube la pistola, apuntando hacia el pelirrojo, el chico llora, implora piedad, no deja de moverse tratando de escapar, se muestra una sonrisa sádica en el rostro de Arthur, comienza a reír, ríe tan fuerte que retumba en cada pared cerrada del callejón, dispara en dirección a la pierna derecha del chico pelirrojo, el chico muestra una expresión de dolor, un dolor inmenso.
Arthur vuelve a disparar, dispara a su brazo izquierdo, el pelirrojo no deja de sufrir, grita, agobiado, adolorido; Arthur dispara una vez más, esta vez a su estómago, luego no para, dispara tantas veces que deja al chico muerto.
– ¡Arthur Brown! – La voz del profesor hace despertar de su sueño a Arthur.
– ¡Presente! – Arthur casi cae de su asiento.
– ¿Cuál presente? Se durmió en clase. – El profesor apunta al reloj que se encuentra en la pared, marca las 2:00 de la tarde.
– Ya veo, me dormí y se acabaron las clases – Arthur suspira y se levanta de su asiento – ¿Otra cosa profesor? – Arthur sonríe amablemente.
– No... solo no se duerma nuevamente, recién es su primer día asistiendo, que no se repita – El profesor se cruza de brazos.
– ¡Si señor! – Arthur pone una cara seria y se pone en posición de soldado, para luego reír.
– Ya vallase, se le hará tarde – Apunta a la puerta.
– Entendido – Arthur sale del salón y luego de la preparatoria.
Una vez Arthur ha salido de la preparatoria, se coloca sus audífonos, comienza a caminar, tropieza con una chica de cabello café y ojos del mismo tono; la chica cae al suelo, lo que atrae la atención de todos los presentes.
– ¡Lo lamento! – Es lo primero que se escucha después de la caída de la chica, Arthur apaga sus audífonos y le extiende una mano para ayudarla a levantar – No me fijé que estabas ahí... – Arthur muestra una sonrisa débil y apenada, la chica toma su mano.
– ¡Pareces ciego! – La chica se para y se sacude.
– Perdona... Andaba distraído – Arthur rasca su cabeza al mismo tiempo que las personas dejan de prestar atención a la situación.
La chica suspira – Ya, no hay problema – Le extiende la mano – Mi nombre es Verónica, pero tendrás que ganarte mi confianza para poder decirme Vero.
– Hecho – Arthur sonríe – Soy Arthur.
Verónica también sonríe – No te he preguntado – Después de lo dicho, Verónica se va del lugar, a paso apresurado.
– Si... – Arthur desaparece su sonrisa – No lo has hecho.
Arthur vuelve a encender los audífonos, se dirige a casa, sin prisa, nadie lo espera, no será necesario apresurar paso.
Pasados varios minutos, llega a casa, se recuesta en el piso, es algo que suele hacer cuando se encuentra solo, cierra los ojos y cae en los brazos de Morfeo.
**
El reloj da las 11:25 p.m. y Arthur se levanta al escuchar la puerta cerrarse, se levanta del piso para buscar a sus padres, sin embargo, ninguno está en casa, Arthur suspira y sube a su habitación.
Le coloca a los audífonos un cable para cargarlos, saca su celular del bolsillo y lo deja, al igual que los audífonos, cargando, acto seguido, se recuesta en la improvisación de cama que tiene y mira hacia el techo; Ha puesto luces con la forma de una nota musical, por lo que Arthur disfruta ver el techo en lo que vuelve el sueño, cuando logra cerrar los ojos y próximamente dormir, vuelve a escuchar la puerta.
Duerme y tiene el mismo sueño tétrico, nuevamente está en el callejón, con pistola en mano y víctima atada frente él, logra ver al chico pelirrojo, al menos su cadáver, al lado de este, esta Verónica, la chica con la que chocó, esta pronuncia unas palabras.
– ¡Déjame vivir! Quiero vivir – Verónica llora, sin consuelo, su voz se escucha cortada, mira al lado de ella cada 5 segundos, le atormenta el cadáver aportillado que tiene de lado.
– "No te he preguntado" – Arthur sonríe sádico, citando las palabras dichas por la misma Verónica.
– ¡¡Por favor!! – Verónica implora, llora, no deja de hacerlo – Arthur, piedad, no me mates...
– Posiblemente lo piense – Arthur ríe, Verónica lo mira atentamente, sin dejar de llorar – Vero ¿Últimas palabras? – Arthur es ahora quien la mira, aún con su sonrisa, esperando a que diga algo, Verónica solo niega con la cabeza y cierra los ojos.
– ¿Por qué? – Su voz se corta cada vez más.
– Que palabras más extrañas... – Arthur dispara, no deja de disparar ni un minuto, las balas de la pistola acaban y Verónica queda en el mismo estado que el chico pelirrojo. Arthur ríe, como si le hubieran contado el mejor chiste de toda su vida, se tira al suelo, sigue riendo.
La música titilante vuelve a sonar, nuevamente Arthur despierta y se viste con lo primero que encuentra.
Baja las escaleras, con audífonos prendidos y celular en mano, se dirige a la cocina y agarra la carta de la nevera, a diferencia de la anterior, esta solo tenía un solo aviso: "Ya sabes dónde está la comida", Arthur voltea a la mesa, no encuentra nada, por lo que abre la nevera, logra ver la comida, la toma como el día anterior, la calienta en el microondas y en cuanto está lista, desayuna.
Luego de minutos, Arthur se encuentra en la entrada de la preparatoria, las clases están por empezar, sin embargo camina a paso lento, es costumbre en el llegar tarde todo el tiempo, mientras camina escuchando música, logra ver dos siluetas reconocidas, camina más, acercándose, es cuando descubre que es Verónica y el chico pelirrojo, del cual aún no sabe el nombre; Arthur frunce el ceño y trata de irse, para su mala suerte, Verónica logra reconocerlo, aun cuando Arthur está de espalda a su mirada.
– ¡Chico raro, Arthur! – Arthur hace una mueca de disgusto, pero la oculta al ser tocado en el hombro por Verónica – Leo, este es el chico del que te hable – Verónica mira hacia el pelirrojo, el mencionado se queda boquiabierta al ver a Arthur, lo conocía, valla que sí, y ciertamente no era la única que se había topado de mala gana con él.
**
ESTÁS LEYENDO
Masacre 75
Misterio / SuspensoLa sociedad quiere creer que puede identificar a las personas malvadas, o a las personas dañinas, pero no es factible. No hay estereotipos. Todo el mundo interpreta un papel y nadie dice lo que, realmente, está en su mente. En el caso de Arthur Brow...