Convergencias (I)

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Queridos lectores, me disculpo de nuevo por mi ausencia, gracias por ser tan pacientes, les dedico tres capítulos hechos con mucho amor y entusiasmo. Cuídense mucho.

—¡Qué demonios miras Paul!—Gritó Brook Durán mientras era escudriñando minuciosamente por la mirada curiosa de uno de sus subordinados.

—Mmm... Verlo así vestido me hace pensar cosas señor.—

—¿De qué hablas?— Preguntó Brook asqueado — ¡Sigue diciendo estupideces y pensaré que no eres hombrecito!—

Ofendido y abriendo la boca con total indignación Paul respondió. —No me mal interprete, no es lo que piensa, y si así fuera, se lo digo de una vez, ¡Usted no es mi tipo!—

—¡Soy el tipo de cualquiera imbécil!— aseguró Brook.

—¿Y qué es lo que piensas cuando lo ves vestido como hoy? Continúa con tu comentario Paul, tal vez pienses lo mismo que yo.— dijo Alberto Dupot, quién se acercaba al duo con una copa en la mano, misma que le fue arrebatada por Paul para ser bebida de un sólo golpe.

— ¿Acaso Te unirás a él para molestarme?— preguntó Brook indignado.

—¡No, no, esa no es mi intención!, tal vez la de Paul sí, y muy probablemente mi intervención unida a la de él parezca un ataque, pero no puedo evitar preguntar, ¡Llamas mucho la atención!—

— ¡Pues yo pienso dos cosas, o es volteado, o se vistió así para impresionar a una chica!—  aseguró Paul burlonamente, envalentonado por todo el vino que había bebido desde su llegada a la casa Bougainvillea.

La cara de Brook pasó del enojo al horror absoluto. —¿Y qué demonios los hace pensar eso?, ¡Este es un traje en tendencia, no es mi culpa que no tengan estilo y no sepan nada del mundo fuera de una embarcación!—

—¡No nos culpes!—  se defendió Alberto  —Lo natural es que hubieras usado tu uniforme de gala o un traje discreto, no esos colores, es obvio que no es tu estilo, se ve muy forzado, además, te vieron salir de una costosa joyería en el Boulevard de Leiden, así que hay de dos, o te volteaste y tienes gustos exquisitos o buscabas algo para una mujer.—

—Seguramente no compró nada, la última vez se negó a pagar mis tragos, ¡No tiene en que caerse muerto!— susurró Paul a Brook, creyendo que era Alberto.

—¡Con que me vieron eh! La gente es muy entrometida en estos días... Por supuesto que compré algo en la joyería Paul, no sólo mi sueldo me es suficiente, recuerda también que gozo de la buena posición económica de mi familia.—

—¡Eso es mucho peor entonces!, ¡Es usted un verdadero tacaño por no pagar mis tragos!... ¡Después de todo lo que he hecho por usted!— dijo Paul completamente indignado mientras intentaba conservar el equilibrio.

— ¡Tendrías que tener tetas para que eso sucediera!— gritó Brook

— ¿Y quién es la afortunada?— preguntó Dupot, divertido por la situación que se estaba suscitando.

—¿Pues quién más?, la señora Amelia, compré su obsequio en la joyería, el traje es de mi gusto particular, dejen de sacar conclusiones apresuradas.—

— ¡No me convence, no, no!— insistió Paul.

Las siguientes palabras salieron de la boca de Brook sin ninguna acentuación en particular, pero la tranquilidad con la que las dijo alertó a Alberto.   —Deja de rascarme las bolas o te prometo que te arrepentirás de tu insistencia.—

— ¡Al parecer este idiota está demasiado borracho! Lo llevaré a tomar aire, no queremos que vomite el salón como el año pasado, ¿Recuerdas? Fue una verdadera vergüenza, nos vemos luego Brook.— Y a jalones sacó del lugar a su subordinado amigo, efectivamente ebrio pero no del todo equivocado.

Sentimientos entre líneasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora