El viaje duró un día y medio y, cuando cruzaron la verja de Basset House era casi de noche. Simon observó maravillado el ir y venir de carruajes en las calles de Londres mientras subía la escalera de la entrada de la mano de la niñera Hopkins. Ninguno de los dos había estado antes en Basset House así que, cuando llegaron a la puerta principal, al la niñera sólo se le ocurrió llamar al picaporte.
La puerta se abrió enseguida y se vieron observados por un mayordomo más bien imponente.
—Las entregas —dijo, cerrando la puerta—, se hacen por la puerta de atrás.
— ¡Espere un segundo! —Dijo, la niñera, colocando un pie en el umbral—. No somos criados.
El mayordomo miró con desdeño su ropa.
—Bueno, yo sí, pero él no. —Cogió a Simon por el brazo y lo colocó delante de ella—. Es el conde Clyvedon y será mejor que lo trate con un poco más de respeto.
El mayordomo se quedó con la boca abierta y parpadeó varias veces antes de hablar.
—Según tengo entendido, el conde Clyvedon está muerto.
— ¿Qué? —exclamó la niñera.
— ¡Le aseguro que no estoy muerto! —dijo Simon, con toda la indignación que puede mostrar un niño de once años.
El mayordomo lo miró y enseguida reconoció la mirada de los Basset. Los hizo entrar.
— ¿Por qué creía que estaba m-muerto? —preguntó Simon, maldiciéndose por tartamudear, aunque no le sorprendió porque era lo que le pasaba cuando se enfadaba.
—No me corresponde a mí contestar a esa pregunta —respondió el mayordomo.
—Por supuesto que sí —dijo la niñera—. No puede decirle algo así a un niño de su edad y no explicárselo.
El mayordomo se quedó callado, y luego dijo:
—El duque no lo ha mencionado en años. Lo último que dijo fue que no tenía ningún hijo. Parecía muy afecta, así que nadie le hizo más preguntas. Nosotros, bueno los criados, supusimos que había muerto.
Simon apretó la mandíbula e intentó calmar la rabia que sentía en su interior.
—Si su hijo hubiera muerto, ¿no le habría llevado duelo? —Preguntó la niñera—.
¿No se le ocurrió pensar eso? ¿Cómo pudo pensar que el niño estaba muerto si su padre no llevaba duelo?
El mayordomo se encogió de hombros.
—El duque suele vestirse de negro. El duelo no habría alterado su manera de vestir.
—Esto es una ofensa —dijo la niñera—. Le exijo que vaya a buscar al duque inmediatamente.
Simon no dijo nada. Estaba haciendo un gran esfuerzo para intentar controlar sus emociones. Tenía que hacerlo. Sólo podría hablar con su padre si se calmaba un poco.
El mayordomo asintió.
—Está arriba. Le comunicaré su llegada de inmediato.
La niñera empezó a caminar furiosa de un lado a otro, refunfuñando entre dientes y refiriéndose al duque en todas las palabras ofensivas de su extraordinariamente amplio vocabulario. Simon se quedó en el medio de la sala, con los brazos como palos a ambos lados del cuerpo, respirando hondo.
«Puedes hacerlo —se decía—. Puedes hacerlo»
La niñera lo miró, vio que intentaba controlar sus emociones y, en voz baja, le
dijo:
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El Duque y yo
RomanceEl duque y yo es un libro de romántica histórica donde un joven duque regresa a casa pero cae directo a las garras de las madres casaderas, él no desea casarse por nada del mundo y es cuando aparece la hermana de su mejor amigo, y se le ocurre el pl...