CAPÍTULO 14

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Nos han dicho que la boda del duque de Hastings con la antigua señorita Bridgerton, aunque fue íntima, fue muy festiva. La señorita Hyacinth Bridgerton (de diez años) le confesó a la señorita Felicity Featherington (también de diez años) que el novio y la novia no dejaron de reír en toda la ceremonia. La señorita Felicity se lo dijo a su madre y ésta, a todo el mundo.

Esta autora confiará en la palabra de la señorita Hyacinth, ya que no recibió una invitación para acudir al feliz acontecimiento.

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,

24 de mayo de 1813

N

o habría viaje de novios. Después de todo, no habían tenido demasiado tiempo para preparar la boda. En lugar de eso, Simon lo había arreglado todo para que pasaran algunas semanas en Clyvedon Castle, el feudo ancestral de los Basset. A Daphne le pareció bien porque se moría de ganas de escaparse de Londres y de los


escrutiñadores ojos y oídos de la sociedad inglesa.

Además, tenía mucha curiosidad por conocer el lugar donde se había criado Simon.

Se lo imaginó de pequeño. ¿Había sido tan irrefrenable como era con ella? ¿O había sido un niño tranquilo y reservado como se mostraba delante de los demás?

El nuevo matrimonio salió de Bridgerton House entre vítores y abrazos, y Simon ayudó a Daphne a subir al carruaje. A pesar de que era verano, el aire era fresco y Simon le cubrió las piernas con una manta. Daphne se rió.

— ¿No te parece excesivo? —dijo—. No creo que coja frío. Hasta tu casa hay muy poco trayecto.

Él la miró, extrañado.

—Nos vamos a Clyvedon.

— ¿Esta noche?

Daphne no pudo ocultar su sorpresa. Creía que partirían al día siguiente. Clyvedon estaba cerca de Hastings, en la costa sureste de Inglaterra. Además, ya era bien entrada la tarde y eso quería decir que llegarían al castillo de madrugada.

No era la noche de bodas que Daphne había imaginado.

— ¿No sería mejor pasar esta noche en Londres y viajar mañana a Clyvedon? — preguntó.

—Ya está todo arreglado —dijo él.

—Ah... está bien —dijo Daphne, haciendo esfuerzos para esconder su decepción. Estuvo callada durante un buen rato, mientras el carruaje se ponía en movimiento. Cuando llegaron a la esquina de Park Lane, preguntó—. ¿Pararemos en alguna posada?

El Duque y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora