CAPITULO 6

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Ha llegado a oídos de esta autora que ayer por la noche el duque de Hastings dijo, al menos en seis ocasiones, que no tenía ninguna intención de casarse. Si lo que pretendía era desanimar a las madres ambiciosas, estaba equivocado. Ellas únicamente verán en esas palabras un reto aún mayor.

Y, en una interesante nota adjunta, la media docena de declaraciones de principios se produjeron antes que el duque conociera a la encantadora y sensible señorita (Daphne) Bridgerton.

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTLEDOWN,

30 de abril de 1813

A

l día siguiente, por la tarde, Simon estaba en la escalera de casa de Daphne, con una mano en el picaporte y la otra sosteniendo un precioso ramo de tulipanes de


los más caros. A él no se le había ocurrido que esta pequeña farsa que habían organizado requeriría sus atenciones durante las horas del día pero, durante el breve paseo que dio con Daphne por el baile, ella acertadamente le dijo que si no la visitaba al día siguiente nadie, y muchos menos su madre, se creerían que realmente estaba interesado en ella.

Simon supuso que tenía razón, ya que creía que ella tenía más experiencia que él en todos esos detalles. Él, muy obediente, fue a comprar las flores y se dirigió hacia la casa de los Bridgerton en Grosvenor Square. Nunca le había hecho la corte a una mujer respetable, así que todo aquel ritual le era totalmente desconocido.

El mayordomo de los Bridgerton le abrió la puerta inmediatamente. Simon, le dio su tarjeta. El mayordomo, un hombre alto con nariz aguileña, la miró y asintió, al tiempo que decía:

—Por aquí, señor.

Obviamente, pensó Simon, lo estaban esperando.

En cambio, lo que no se esperaba era lo que vio en el salón de los Bridgerton.

Daphne, una diosa con un vestido de seda azul cielo, estaba en el sofá verde de damasco, con otra de esas amplias sonrisas en la cara.

Habría sido una vista deliciosa si no hubiera estado rodeada de media docena de hombres, e incluso uno de ellos se había arrodillado frente a Daphne y le estaba recitando una poesía.

A juzgar por la naturaleza floral de los versos, era de esperar que, en cualquier momento, le saliera un rosal por la boca.

Simon decidió que la escena era de lo más desagradable.

El Duque y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora