CAPÍTULO 9

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El duque de Hastings fue visto, una vez más, con la señorita Bridgerton (Daphne Bridgerton para lo que, como a esta autora, les cueste diferenciar a todas las hermanas Bridgerton). Ha pasado ya mucho tiempo desde que esta autora vio una pareja tan enamorada como ésta.

Sin embargo, es extraño que, a excepción de la excursión familiar a Greenwich, que relatábamos en estas páginas hace diez días, sólo se les vea juntos en bailes y fiestas. Esta autora sabe de buena tinta que, aunque el duque visitó a la señorita Bridgerton en su casa hace dos semanas, no lo ha vuelto a hacer y, además, ¡no se les ha visto paseando juntos por Hyde Park ni una sola vez!

REVISTA DE SOCIEDAD DE LADY WHISTEDOWN,

14 de mayo de 1813

D

os semanas después, Daphne estaba en Hampstead Heath, entre las columnas del salón de lady Trowbridge, apartada de todo el mundo. Le gustaba estar allí.


No quería ser el centro de la fiesta. No quería encontrarse con las decenas de hombres que ahora matarían por un baile con ella. Honestamente, no quería estar en ese baile.

Porque Simon no estaba.

Pero eso no quería decir que no fuera a bailar en toda la noche.

Todas las predicciones de Simon referentes a su creciente popularidad eran ciertas y Daphne, que siempre había sido la chica que gustaba a todos pero que nadie adoraba, se había convertido de la noche a la mañana en la sensación de la temporada. Todos los que se molestaban en dar su opinión al respecto, que era todo el mundo, declaraban que siempre habían sabido que Daphne era especial y que estaban esperando que los demás se dieran cuenta. Lady Jersey le dijo a todo el que quiso escucharla que ella había predicho el éxito de Daphne hacía meses y que el único misterio era por qué nadie le había hecho caso antes.

Y todo aquello, por supuesto, eran tonterías. Aunque Daphne nunca había sido objeto del desprecio de lady Jersey, ninguno de los Bridgerton recordaba haberla escuchado referirse a Daphne, como lo hacía ahora, como «El tesoro del futuro».

Sin embargo, aunque ahora tenía la tarjeta de baile llena a los pocos minutos de llegar a una fiesta y aunque los hombres se pelearan por traerle un vaso de limonada, la primera vez que le pasó, estuvo a punto de echarse a reír a carcajada limpia, descubrió que ninguna noche era memorable a menos que Simon estuviera allí.

No importaba que a él le pareciera necesario mencionar, al menos una vez cada noche, su completa oposición a la institución del matrimonio. Aunque, muy a su favor, normalmente lo mencionaba junto con su agradecimiento a Daphne por salvarlo de las garras de todas esas madres desesperadas. Y tampoco importaba que a veces se quedara callado o fuera maleducado con determinados miembros de la sociedad.

El Duque y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora