Hasta ese momento, cuatro hombres habían pedido su mano, pero cuando Daphne se planteaba pasar el resto de su vida al lado de cualquiera de ellos, sencillamente no podía. Había bastantes hombres a los que ella consideraba razonablemente aceptables como maridos, pero había un problema: ninguno de ellos parecía interesado. Sí, claro, todos la apreciaban. Todo el mundo lo hacía. Todos pensaban que era graciosa, amable e ingeniosa, y nadie pensaba que no fuera atractiva pero, al mismo tiempo, nadie quedaba maravillado ante su belleza, nadie se quedaba sin palabras ante su presencia o escribía poesía en su honor.
Los hombres, pensó ella, disgustada, sólo se interesan por las mujeres que les daban miedo. Nadie parecía interesado en cortejarla a ella. Todos la querían, o eso decían, porque era muy fácil hablar con ella y siempre parecía entender lo que los hombres sentían. Como dijo uno de los hombres que ella pensaba que podría ser un buen marido: «Créeme, Daff, no eres como las demás mujeres. Eres, en el buen sentido de la palabra, de lo más normal.»
Y lo habría considerado un cumplido si, inmediatamente después, él no se hubiera ido a buscar a alguna belleza rubia.
Daphne bajó la mirada y vio que tenía la mano apretada en un puño. Después, levantó la mirada y vio que su madre la estaba observando y esperando, obviamente, que le dijera algo. Como ya había suspirado, se aclaró la garganta y dijo:
—Estoy segura de que la columna de lady Whistledown no va arruinar mis posibilidades de matrimonio.
— ¡Daphne, ya han pasado dos años!
—Y lady Whistledown sólo publica esta ridícula columna desde hace tres meses, así que no creo que podamos echarle toda la culpa a ella.
—Le echaré la culpa a quien quiera —dijo Violet.
Daphne se clavó las uñas en las palmas de las manos para evitar responderle de mala manera a su madre. Sabía que sólo quería lo mejor para ella, y sabía que su madre la quería. Y ella también la quería. En realidad, hasta que Daphne llegó a la edad casadera, Violet había sido la mejor madre del mundo. Y lo seguía siendo, menos cuando se desesperaba ante la realidad que, detrás de Daphne, tenía que casar a tres hijas más.
Violet se colocó una mano encima del pecho.
—Pone en entredicho tu origen noble.
—No —dijo Daphne, lentamente. Siempre era recomendable ir con cautela a la hora de contradecir a su madre—. En realidad, lo que ha dicho es que no cabe ninguna duda de que todos somos hijos legítimos. Y eso mucho más de lo que pude decirse de las demás familias numerosas de la alta sociedad.
—Ni siquiera debería haber sacado el tema —lloriqueó Violet.
—Madre, escribe una columna de cotilleos. Su trabajo es sacar temas como éste.
—Ni siquiera es una persona real —añadió Violet, muy enfadada. Apoyó las manos en las caderas, aunque luego cambió de opinión y empezó a agitar un dedo en el aire—. Whistledown, ¡ja! Nunca he oído hablar de ningún Whistledown. Sea quien sea esta depravada mujer, dudo mucho que sea uno de los nuestros. Nadie con un mínimo de educación escribiría semejantes mentiras.
—Claro que es de los nuestros —dijo Daphne, a quien se le notaba en los ojos que estaba disfrutando con aquella conversación—. Si no fuera de la alta sociedad, sería imposible que supiera todo lo que sabe. ¿Pensabas que era alguna impostora que se dedicaba a espiar por las ventanas y a escuchar detrás de las puertas?
—No me gusta ese tono, Daphne Bridgerton —dijo Violet, entrecerrado los ojos.
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El Duque y yo
RomanceEl duque y yo es un libro de romántica histórica donde un joven duque regresa a casa pero cae directo a las garras de las madres casaderas, él no desea casarse por nada del mundo y es cuando aparece la hermana de su mejor amigo, y se le ocurre el pl...