Capítulo VII: Al borde del abismo

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Llevaban ya semanas hablando por videollamadas, tiempo en el que llegaron a conocerse tanto como si fueran amigos desde hacía años.
Poco a poco las heridas de Guillermo iban sanando, tanto las externas como las internas. Nunca pensó que tendría tanta afinidad con alguien tan lejano, pero cuando llegaba jodido del instituto ahí estaba Samuel para apoyarle. Era como un salvavidas, aquello que lo anestesiaba del dolor y de la soledad. Le hacía olvidar sus problemas, era el único momento en el día en el que sus labios dibujaban sonrisas.
Al principio pensaba que era una amistad, que aquel chico genial y perfecto sería el amigo que nunca tuvo. Para su mala suerte, no se puede luchar contra los sentimientos, y estos acabaron naciendo desde el fondo de su corazón hasta instalarse en todo su cuerpo, floreciendo risas y suspiros de amor por todos lados.
Realmente nunca se había enamorado, y tampoco estaba seguro de estarlo esa vez. Lo único que sabía era que su corazón latía de una forma que no era normal cuando hablaba con él y moría por volver a casa para verle. Lo necesitaba, ansiaba oír su voz cada día y perderse en la profundidad de sus ojos aunque solamente fueran unos cuantos pixeles.

Todo eso estuvo bien hasta que se enteró del estado civil en el que se encontraba Samuel: casado.
Cuando se lo reveló casi sintió el crujido de su corazón al agrietarse por la decepción. A partir de ese momento todo se torció. Las conversaciones se tornaron más incómodas, sobretodo porque Samuel aumentó sus “cariños” hacia Guillermo. Era la forma en la que le hablaba, los motes cariñosos que le ponía… Todo ese conjunto que confundía al joven hasta hacerlo llegar a sus límites.
La presión aumentaba en su corazón y un día, explotó.

Había recibido golpes como nunca antes, amenazas e insultos que calaban en su alma. Lo habían humillado y maltratado y se sentía hecho una basura. Se encerró en el baño casi sin pensarlo, lágrimas tristes cubriéndole nuevamente el rostro, siendo esa manta tan conocida por sus mejillas. No controlaba sus actos, no estaba procesando lo que hacía. Estaba cegado por el dolor y la tensión acumulada en ese último tiempo. Todo se juntó y, finalmente, se volvió rojo.
Rojo sangre.

Cuando volvió en sí se dio cuenta de lo que había hecho, pero realmente no se arrepentía. Estaba harto de todo y de alguna forma eso lo ayudaba a desahogarse.
Normalmente ni siquiera lo hubiera hecho, pero ese día le daba igual todo, por lo que aceptó la videollamada que Samuel le estaba proponiendo. La sonrisa del otro se borró casi al instante.

Samuel había estado esperando impaciente como cada día para hablar con Guillermo. Realmente no sabía por qué, pero hacía semanas que se sentía extraño cuando charlaba con él. Se quedaba horas prendido en sus ojos y su corazón se aceleraba cuando oía su risa. Se sentía mal cuando dormía en la misma cama que su mujer, como si la hubiera estando engañando. Pero, de una forma u otra acabó dándose cuenta de que su relación con Guillermo iba más allá de la amistad, aunque él no quisiese o no pudiera afrontarlo. Era complicado, su mujer también era importante para él, le había dado años de felicidad sin pedirle nada a cambio, solo su amor. Y ahora él no estaba cumpliendo, ya que ese cariño se lo estaba reservando para otra persona, para aquél que flotaba en todos sus pensamientos, aquél con el que soñaba cada noche y deseaba tenerlo cerca y poder ser feliz junto a él.
Sin darse cuenta siquiera, se había enamorado perdidamente de Guillermo. Y ya no había marcha atrás.

Por supuesto, reprimió y contuvo sus sentimientos hasta conseguir esconderlos en algún lugar recóndito de su corazón. Él ya estaba comprometido, ya tenía una vida hecha. No podía dejarlo todo y fugarse con un crío de diecisiete años al que no había visto nunca en persona. Porque, sí, había otro problema, y era el de la edad. ¿Qué en el amor no importa la edad? Bueno, si está la policía de por medio puede ser algo negativo. No podía salir con alguien menor de edad, eso era delito.
Esos pensamientos le sirvieron durante un tiempo para mantener a raya sus sentimientos, o al menos lo intentó. Pero ese día se desmoronó.

On-Love (Fanfic, Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora