Capítulo XVII: No te dejaré ir

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Solo un poco más, estaba a unas calles de su casa, de él. Casi veía su edificio, ya divisaba su portal.

Aparcó el coche enfrente de su casa y se bajó con rapidez del vehículo, sintiéndose más veloz que nunca. Había intentado llamarlo mil veces, le había dejado mensajes e incluso le había hablado por On-Chat con la esperanza de que él contestaría de alguna manera. Pero no daba señales de vida. Era como si se hubiera ido, como si ya no existiera en ese mundo.

Subió en el ascensor hasta la segunda planta, abandonándolo luego para plantarse frente a su puerta. Pero, en cuanto llegó, unos gritos de niña lo dejaron mudo.

¡¡Guillermo, por Dios!! ¡¡Respóndeme!! ¡¡Ábreme la puerta!! ¡¡Guillermo!! –Su voz estaba rota, sonaba tan angustiada... Samuel empezó a temerse lo peor.

Tocó al timbre unas cuantas veces hasta que, segundos más tarde, la puerta se abrió y dejó ver a la hermana del joven con los ojos rojos y las mejillas empapadas de lágrimas.

– Ayúdame... por favor... –El corazón de Samuel se encogió al escuchar esas palabras, era el rostro más triste que había visto en su vida.

La joven caminó rápidamente hasta la puerta del baño y Samuel la siguió. Golpeó unas veces sobre la madera y, al no obtener respuesta, intentó girar el pomo, pero la puerta no cedía.

– ¿Guillermo? ¡¿Guillermo?! –Giró el pomo con más violencia, empujando la puerta a su vez para intentar abrirla– ¡Guille, soy yo! ¡Ábreme para que podamos hablar, por favor! –Pero el silencio inundaba sus oídos– Joder...

Sin esperar un segundo más, dio unos pasos hacia atrás y se tiró luego encima de la puerta, repitiendo ese proceso unas cuantas veces hasta que, por fin, ésta se abrió. Ambos entraron al baño, buscando a Guillermo por todos lados.

– ¡¡Guillermo!! –Su hermana lo encontró en el fondo de la bañera e intentó sacarlo de allí con todas sus fuerzas, pero las lágrimas empañaban sus ojos y la hacían más débil.

Samuel levantó al joven y descubrió su rostro del agua, buscando luego su pulso en su cuello. Pero no lo encontró, y eso hizo que se asustara aún más.

– ¡Llama a una ambulancia! –La niña se levantó rápidamente del suelo y salió corriendo del baño, posiblemente yendo a buscar el teléfono fijo. Samuel recostó el cuerpo de Guillermo sobre el suelo del baño y levantó su cabeza para así poder liberar las vías respiratorias del muchacho. Acercó su oído a su boca, pero no escuchó ningún signo de vida. Entonces, empezó a realizar la reanimación cardiopulmonar.

Colocó una mano sobre la otra encima del pecho de Guillermo y lo apretó con fuerza varias veces, insuflándole luego oxigeno a través de su boca.

– Despierta, por favor... –Vio sus lágrimas caer sobre la piel del joven, y su respiración se volvió más rápida a medida que los segundos pasaban y no conseguía ninguna respuesta– Guille, abre los ojos... –Su corazón dolía, sus mejillas ardían– No te vayas, por favor. No me dejes... –Su interior se destrozaba y los sollozos hacían más dificultosa su tarea– Te amo... por favor, vuelve conmigo... –Empujó su pecho con más fuerza, tenía que recuperarlo. No podía permitir que se fuera– ¡Por favor! ¡Vive! –Sopló dentro de su boca, deseando que la vida volviera a él– ¡¡Guillermo!!

Los médicos irrumpieron de repente en el baño, tomando el control de la situación y apartando a Samuel del cuerpo de Guillermo. Lo subieron a una camilla y se lo llevaron de allí, gritando y dándose órdenes entre ellos. Pero Samuel no escuchaba nada. Para él, todo pasaba en cámara lenta, en silencio. Oía su propia respiración, los latidos de su corazón y su cerebro gritándole a Guillermo que respirara, que viviera. La hermana de Guillermo entrelazó su mano con la suya y lo arrastró escaleras abajo, subiéndolo luego a la ambulancia para ir con Guillermo al hospital.

Se quedaron en un rincón del vehículo mientras veían a los médicos trabajar a toda prisa utilizando desfibriladores en el pecho del joven.

Lo único que Samuel observaba era el rostro de Guillermo. Se veía tranquilo sumido en un profundo sueño, como si estuviera durmiendo. Como si no fuera a despertar.

Cuando llegaron al hospital, los médicos bajaron la camilla y corrieron con ella por los pasillos seguidos por Carol y Samuel. Se perdieron dentro de la sala de urgencias y ambos chicos se quedaron fuera, esperando y rezando para que todo saliera bien.

Carol se había quedado sentada en una silla, sollozando en silencio mientras Samuel andaba de un lado para otro en la sala de espera. El tiempo pasaba y los nervios aumentaban, las esperanzas se disipaban segundo a segundo.

Media hora más tarde, uno de los médicos que se había llevado a Guillermo apareció por la puerta y se dirigió a los dos chicos con rostro impasible. Samuel se puso de pie al instante, pensando que estaba preparado para cualquier cosa que pudiera decirle el doctor, aunque bien sabía que moriría por dentro si no era portador de noticias buenas.

– Hemos conseguido estabilizar su pulso, pero todavía sigue inconsciente –Tanto Samuel como Carol soltaron un suspiro de alivio, liberando toda la tensión que los había tenido en vilo durante aquella hora.

– ¿Podemos verle? –La joven había abandonado su silla también y se había secado las lágrimas.

– En cuanto despierte podréis visitarle –Sin decir nada más, se retiró y volvió adentro de la sala de urgencias. Unos minutos más tarde, vieron la camilla de Guillermo salir por la puerta y ser trasladada a otra habitación, por lo que se quedaron esperando fuera hasta que los médicos acabaran su trabajo y les indicasen que podían entrar.

Habían pasado veinte minutos cuando el doctor salió del cuarto donde descansaba Guillermo y se acercó a ellos para decirles que ya podían pasar. Ambos se levantaron con rapidez, con su corazón golpeando fuerte dentro de su pecho y con lágrimas en los ojos.

Carol abrió la puerta y se perdió adentro de la habitación mientras Samuel aún luchaba por calmar su miedo. El temor de haberlo perdido había inundado su cuerpo y aún no se quitaba ese malestar. Necesitaba verlo, necesitaba saber que realmente estaba bien, con vida.

Quería abrazarlo, besarlo y pedirle disculpas. Quería que Guillermo supiese cuanto le quería, cuanto lo amaba y todo lo que daría por él sin pensárselo dos veces.

Solo estaba a unos pasos, a unos pocos segundos de poder hacerlo...


*****

holi!!!! esta vez no me tardé tanto :v


Alguien había pensado que Guillermo la había palmado? No soy tan cruel! (por ahora)


Hoy estuve un poco decaída, simplemente quería llorar para poder desahogarme y quedarme tranquila. Pero no tenía lágrimas. Todo era muy extraño, porque tampoco me ha pasado nada malo, solo pequeñas tonterías que minaron mi estado de ánimo.


No sé por qué escribí eso.


En todo caso, espero que hayan disfrutado de este cap y que les haya gustado,


¡Gracias por leer!

On-Love (Fanfic, Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora