Capítulo 14: Punto de quiebre

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      No sé por cuanto tiempo he estado dormida, podrían ser horas, días, años, qué más da. Todo se encuentra sumido en la oscuridad a mi alrededor, intento ponerme en pie, pero todo me da vueltas. Me siento tan débil que tengo que me apoyo en las paredes para llegar a lo que parece ser el baño gracias al reflejo de a luz que sale por la rendija de la puerta.

     Me despojo de toda la tela que cubre mi cuerpo, entrando a la bañadera en donde tomo una larga ducha dejando que el agua caliente recorra mi helado cuerpo.

     Mientras la neblina que crea el agua caliente se apodera del escaso espacio, sin poder evitarlo pienso en él sin conseguir llegar a la conclusión de qué ha podido sacarlo a relucir, pero algo dice que no lo podré evitar.

     Recuerdo su rostro y como de cerca estábamos cuando me llevaba en sus brazos fuerte y seguros, su pecho me acogió como si perteneciera a él     –. Niego permitiendo que el agua me recorra el rostro, no creo que esa clase de pensamientos sean buenos para mí.

     Salgo de la ducha secándome el cuerpo, me pongo el pijama para estar más cómoda. El hambre me está devorando y mis tripas retumban, no estoy segura de poder conseguir algo de comer a estas horas, pero al menos tengo que intentarlo.

     Abro la puerta dejando atrás la habitación, mientras me da la bienvenida lo que parece ser el recibidor, envuelto en casi una total oscuridad que lo atrapa, y entre tantas sombras, allí está él. Liam permanece sentado en uno de los muebles bañado en la tenue luz que ofrece una pequeña lampara. Luce dormido, se ve tan tranquilo y en paz. Su fuerte pecho se eleva y desciende con tranquilidad, en calma.

     Siento mis mejillas arder al recordar que unas horas antes estuve pegada a ese pecho mientras vibraba junto a mí.

     – Me alegra que estés despierta    – habla tomándome por sorpresa.

    – ¡Carajo!   – respondo con un clásico insulto que demuestra que no soy la típica chica puritana y bien educada de mamá mientras el corazón me bombea a velocidades desorbitantes.

     – Qué modales, señorita   – canturrea divertido con la comisura izquierda de sus labios elevada.

     «Yo creyendo que no tenía sentido del humor, y viene a mostrarlo a mi costa».

     – ¡Jamás vuelvas a asustarme así!   – escandalizo. ¿Qué clase de mente retorcida tiene?     – protesto con justificada indignación     –. Primero me asustas y ahora te burlas ¿es en serio?     – refunfuño, pero su sonrisa está a punto de escaparse como si no le importaran mis quejas.

     – Lo siento      –. Alza las palmas al pecho como señal de paz, pero no deja de reírse y a mi costa      –. ¡Idiota1     – mascullo y no parece importarle que le ofenda, como si no significara nada más que un simple berrinche de una niña graciosa.

     Liam se aclara la garganta intentando recomponerse y casi lo logra, cuando una media sonrisa más amplia aparece y sus ojos se abren de golpe. Muerde su labio inferior en un intento porque no sea evidente que está a nada de sonreír abiertamente. 

     Algo se abalanza sobre mi espalda    –. ¡Lis!    – chilla y me sacudo el cuerpo para librarme de lo que sea que me esté atacando, pero sigue prendido a mi cuerpo como garrapata.

     «Para estas alturas mis gritos deben de haber despertado hasta al lechero del pueblo».

     Un mar de cabello rubio cobrizo aparece delatando a mi atacante    –. ¿Elena?     – Me detengo para observarla detallando esta vez con atención a la chica que no luce querer soltarme.

La flor de LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora