Me toma unas largas respiraciones tranquilizarme y recordar que sigo en medio del corredor a solas observando el lugar por donde se marchó. Avanzo para comenzar a recorrerlos intentando dar con la cafetería. Busco por todos lados un alma a quién pedir indicación, pero nada.
Es imposible que en un lugar tan grande y con tantas personas, ahora mismo no pueda encontrar quién me guie entre este interminable laberinto de corredores y escaleras que llevan a cualquier parte menos a la dichosa cafetería.
El grito proveniente del corredor continuo me sobresalta haciéndome pegar un buen brinco –. ¡Suéltame idiota! –. Un estruendo lo secunda, unido a las risas de unos chicos.
Y como meterme en líos es mi deporte favorito, de todos los corredores de ese lugar, decido pasear exactamente por el corredor en donde vienen los gritos para echar un vistazo.
Avanzo encaminándome por la dirección en que los murmullos me indican y más gritos se escuchan acompañados de unos golpes. Me apresuro recorriéndolo de prisa y al avanzar a pocos metros me topo con la escena.
Tres chicos altos y algo formados físicamente hablando, uno de ellos toma la bolsa de una chica de tes castaña, casi somos de la misma estatura, pero su compleción es mayor que la mía, parece una gimnasta. Dos de ellos la agarran de los brazos y el otro revisa sus pertenencias.
– ¿Necesitas una mano? – intervengo viéndola nada cómoda con ellos, así que descarto que sea una mera broma.
– No, gracias. Puedo arreglármelas solas – espeta con brusquedad la chica observándome de arriba abajo, pareciendo molesta porque intento ayudarla, y lo cierto es que no creo que sea posible.
Menuda ingrata – murmuro para mis adentros reservándome la opinión.
– Ya la escuchaste, lárgate de una vez – sugiere el chico que continúa husmeando en su bolsa como si nada. Su cabello castaño interfiriendo con sus ojos, se lo quita de un manotazo molesto mientras continúa en lo suyo.
– Y si no quiero hacerlo, ¿qué? – reto colocando las manos sobre la cintura y elevando una ceja. El idiota comienza a burlarse y los dos descerebrados que lo acompañan lo segundan.– Ya te dije que no necesito tu ayuda, ya vete... – pero no la dejan terminar, el chico con la bolsa la toma del cabello e incrusta su rostro contra la pared.
– Lo que ella intenta decir, es que de lo contrario – dice mientras la suelta y se me acerca amenazante –. Tú serás la siguiente – concluye a pocos centímetros de mi rostro permitiéndome detallar el chisporroteo de pecas que le decoran el semblante.
Rio tan fuerte que más tarde me dolerá el abdomen. Disminuyo la risa poniéndome muy seria para que entienda cada palabra que voy a decir –. Anda, cuéntame otro chiste, porque este estuvo muy bueno.
Aguardo paciente el ya apodado imbécil me pega un puñetazo en el abdomen y agradezco al cielo por mi entrenamiento, de lo contrario me habría sacado todo el aire y hubiera quedado fuera de combate. Este golpe es lo que precisamente esperaba de alguien como él, ya estaba preparada, con el abdomen contraído para minimizar el daño.
Ladeo una sonrisa de picardía y le doy un gancho derecho que estrello en su mejilla haciendo que caiga al suelo. Su grito de dolor llena el silencio que yace a nuestro alrededor satisfaciendo mis oídos con sus lamentos ridículos para ser alguien que hasta hace unos segundos, estaba muy seguro de su brutalidad.
El pelirrojo que sujeta a la chica se me abalanza encima, pero antes de que se me acerque le propino una patada que lo manda directo a una mesa que sujeta un jarrón, se estrella sobre ella haciéndola añicos. Disfrutando de la escena, me volteo hacia el que queda, el castaño traga grueso mirando nervioso a sus dos compañeros.
– Es una lástima, ese era un lindo jarrón – comento y la chica aprovecha la distracción y lo patea en la rodilla, para luego darle un puñetazo izquierdo que lo saca de combate. El imbécil y el pelirrojo ya comienzan a ponerse en pie.
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La flor de Lis
FantastikLis es una chica común y corriente, su único atributo es una desenfrenada torpeza. O eso creía ella, sin saber que en su interior aguarda dormido un gran poder que podrá consumirla o salvarla. Descubrirá un mundo que creía era una fantas...