Avanzo hacia él, aferrando con toda la fuerza que soy capaz el trozo de palo, siquiera camino un metro cuando un zumbido llena el aire, algo impacta en él haciéndole arquear la espalda. Su sonrisa desaparece, pero sea lo que fuera que le impacta, no le hace caer. Se voltea hacia el lugar de donde provino el ataque, dejando ver una flecha clavada en su espalda, y a varios metros se encuentra el responsable.
Para estas alturas el corazón me late a mil por segundo, levanto la vista de aquel monstruo que se retuerce y lo veo a él, bueno, casi, ya que su rostro no se distingue por la oscuridad que ejerce la capucha sobre él.
¿Capucha, quién lleva capucha en una noche que no llueve?
Una camisa a medio remangar en los brazos le cubre el torso, con un chaleco encima, del cual proviene la capucha. Unos pantalones se ajustan muy bien a su cuerpo. En su mano izquierda empuña un arco que baja y lo pasa entre su mano trasladándolo a su hombro. Saca de su cintura algo parecido a un punzón o una daga, avanza corriendo y se abalanza sobre él, perforando el centro de su pecho con ella, mientras que un grito de dolor inunda el callejón.
Y otro más se escucha … el mío. En mi fuero interno admito no sentirme orgullosa de ese chillido.
– ¿Qué?, ¿qué... demonios? – me escucho más horrorizada de lo que pretendo, aproximándome a lo patético.
¿Ahora qué se supone que tenga que hacer después de semejante imagen, correr, pelear, gritar? Con mi suerte, si corro me caigo, si intento pelear, de seguro me harían polvo, y si grito, no me escucharán o a nadie le importará.
El encapuchado se pone en pie y avanza hacia nosotras, sin pensármelo tomo la mano de mi compañera de miedo y le obligo a retroceder unos pasos… y muy distinto a lo que esperaba, él se detiene. La chica me observa desconcertada, como si no entendiera mi reacción.
«Y después dicen que yo soy la loca».
La chica me gana por mucho si piensa dejarlo acercarse con un arma en la mano. ¿Qué espera ella, quedarse para averiguar si este nos quiere de desayuno?
El supuesto salvador ladea la cabeza y con voz fuerte, pero calmada, habla – ¿Se encuentran bien?
Esa es nueva, un asesino con modales –. Él encapuchado se limita a mirarme mal.
– ¿Lo pensé en voz alta verdad? – pregunto con un suspiro resignación.
– Pues sí –. Ella me da una mirada con cara de pensar que a su inesperada acompañante le faltan ciertos números de neuronas. Asiente varias veces sonriéndole levemente al extraño –. Gracias. ¿Y usted está bien?
– He estado mejor…
– ¿Ustedes se conocen? – intervengo en su amena platica mientras evaden el hecho de que entre nosotros hay un muerto cruzando la mirada de uno al otro.Si iba a responder o no, no lo sé, porque de pronto el hombre sale volando y embiste contra una pared –. ¡Dios! – se me escapa de los labios en una especie de grito estrangulado mirando fijamente al responsable. Sus ojos están inyectados de sangre y su sonrisa es igual de retorcida.
¿Acaso los hacen por moldes?Este tiene casi las mismas características de su difunto compañero y algo dentro de mi cabeza resuena diciendo que lo de ser postre como que parece algo literal y conmigo de por medio, de seguro que lo es. Siquiera aguardo a ver lo que pasa, ya tuve suficiente por una noche de tantas locuras, me le voy encima sin más. Alcanzo a embestirlo con el palo, pero se quiebra en el impacto como si con un muro de concreto hubiera arremetido.
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La flor de Lis
FantasiaLis es una chica común y corriente, su único atributo es una desenfrenada torpeza. O eso creía ella, sin saber que en su interior aguarda dormido un gran poder que podrá consumirla o salvarla. Descubrirá un mundo que creía era una fantas...