Capítulo 24

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Liam

     Observo la pantalla de mi teléfono con la sangre calentándoseme a un grado que me hace temblar las manos y asumo que la impotencia no es un buen ingrediente para controlarme.

     ¿En qué maldito momento el instituto dio alerta de ataque próximo y aún nuestras alarmas no han sonado para informarnos del asedio al colegio?

     ¿Cómo es posible que eso esté pasando y aún no nos hayamos enterado? Si no fuera porque estaba halando con ella no lo sabría, pero amargamente me obligo a tragar sabiendo que de no estar hablando conmigo ahora ya estaría a salvo junto a los demás estudiantes.

     Avanzo dando zancadas largas que me llevan de forma pronta a mi objetivo y no sé qué será lo que los dos protectores de guardia ven en mí, que ninguno se atreve a intervenir cuando casi mando a volar la jodida puerta que no puede detenerme, aunque quisiera.

     El estruendo del impacto que provoca contra la pared es tanto que la misma se cuartea, las personas que ocupan la sala se apresuran a ponerse en pie buscando el culpable que yace frente a ellos, y ese soy yo     –. ¿Por qué mierda no sabemos que el instituto Crafoth está siendo atacado?      – Los altos rangos de la comandancia reunidos pasan a verme y no precisamente por mi interrupción abrupta.

     – ¿De qué está hablando cazador, y qué formas de interrumpir son esas una reunión?       – El hombre a cargo de dicho teatro tan barato se arregla el uniforme del que sobre sale la grasa que posee de más en su abdomen.

     – Responda usted la maldita pregunta      –. Creo que no ha comprendido que no es una sugerencia.

     – No tengo idea de a lo que se refiere     –. Me observa de arriba abajo infligiendo una autoridad que no tiene.

     – Si no posee idea, permítame dársela Capitán Melison     –. Me planto en el borde de la mesa encajando los dedos en la madera para no estrangular a esta partida de ineptos que solo saben hablar y hacer poco     –. Desde hace casi quince minutos la alarma de acecho se activó en el instituto Crafoth y hace menos de cinco la advertencia de ataque se elevó por el cielo y ustedes están aquí haciendo nada como cada día de sus malditas existencias     –. Poco me falta para brincarle encima y si no lo he hecho es porque sería perder mi tiempo. 

     – ¡No puede faltarnos al respeto de esa forma!    – vocifera el idiota del oficial por el que no me molesto en ver su nombre ni sus pocos grados en el uniforme y aun así se le ocurre levantar la voz, y solo basta que me voltee y lo mire dando dos paso haca él que lo lleva a volver a su asiento sin atreverse ni a sostenerme la mirada.

      – ¿Qué está pasando aquí?      – La voz gruesa y avejentada solo la ha hecho más rasposa con el paso del tiempo, y mayor mente intimidante, no tengo que voltearme para saber que es el hombre que fue encargado de proporcionarme los días de mayor sufrimiento en mi vida para reconocerlo. Su entrenamiento me hizo quien soy, y no todos sobreviven a él, mueres, o pierdes, y los perdedores solo tiene una opción, morir, eso sería más digno., eran las primeras palabras que escuchaba al despertar, y las últimas al acostarme.

     – Comandante Walvord     – destaca su nombre militar, en donde el apellido es lo único que existe además de tu rango   –. Debería enseñarles a los hombres que entrena también un poco de respeto a sus superiores    –. Los ojos grises del hombre destacan con los rangos que se denotan por su uniforme, la marca del cazador trazada en su piel como símbolo de lo que es. Aun la fuerza de su mirada es capaz de hacerte temerle aún más de lo que lo harías a tu maldita muerte por un hombre que no conoce la lastima ni la piedad, y esta se aloja por completo sobre mí.

La flor de LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora