Capítulo 10: Despedida

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     Intentar hablar con mi madre luego de que se marcharan no resultó. Pensé en dejar pasar un día o dos, ella siempre ha sido muy fuerte, es mi roca, pero ahora se ve tan frágil, jamás creí verla así. Todo cuanto hace es mirarme y contener las lágrimas, apenas si prueba bocado. Se marcha temprano a trabajar y regresa tarde, lo hace para huir de la conversación.

    Necesito salir de casa o me volveré loca, cuánto puede cambiar la vida en unas horas.

    En las calles las personas continúan con su día a día, envueltos en sus preocupaciones cotidianas, ajenos a ese mundo que hace apenas dos noches descubrí. Por más que lo desee, mi vida ya no es la misma y no volverá a serlo, como transitar por las calles tranquilamente, ahora que sé lo que asecha en las sombras de la noche, a duras penas consigo conciliar el sueño durante ellas.

     La mayor parte del tiempo pienso en Elena y Liam, no sé qué ha sido de ellos, solo espero que se encuentren bien y que hayan llegado seguros a la Ciudadela, sea lo que sea ese lugar. En casa el buzón de voz tiene más de 10 mensajes de Meret.

     Después de la noche en el bar no le vuelto a ver, ni he respondido sus mensajes. Necesitaba tiempo para mí, para pensar y aclarar las ideas, lo que aún no ha ocurrido. Lo mejor será llamarla y confirmarle que sigo viva.

    Tomo el móvil marcando su número y apenas con dos tonos su voz se escucha del otro lado      –. ¿Lis, eres tú?

     – Claro que soy yo, ¿no vistes el identificador?      – Ruedo los ojos conociendo la respuesta.

     – ¡Por Dios santo! ¿en dónde estabas metida?, te he dejado miles de mensajes     –. Explota aumentando el volumen de su voz a cada segundo que transcurre      –. Te juro que cuando te vea te mato.

      Tengo que separarme el móvil del oído o me quedaré sorda, a más de 15 centímetro y la voz que brota por el móvil, amenaza con provocarme una jaqueca si no freno este escándalo.

     – Meret    – intento controlar su escándalo, pero no funciona.

     Gritos, reclamos … más reclamos. 

     – ¡Meret!

     Reclamos, reclamos, gritos, gritos … más gritos … más reclamos.

     – ¡¡Meret!!   – grito con todas mis fuerzas, ruego que eso le haga cerrar la boca. Esa chica podría ser soprano con el volumen de voz que se carga.

     – A ¿qué? y ¿por qué me gritas?     – protesta indignada.

     – ¿En serio me lo preguntas?    – ¡Genial!

     ¿Por qué no me sorprende terminar siendo la culpable?

     Es mi mejor amiga y la adoro, pero a veces me hace sentir que puede hacerme perder la cabeza, justo como ahora.

      Aquí está Meret media hora después, caminando en la sala de una punta a la otra, mientras me reprocha el haberme ido del bar, y al minuto siguiente me dice lo mucho que se divirtió con su novio al otro día. Un minuto más tarde, recrimina por no llamarla, luego dice lo maravilloso que él es y así está no sé qué tiempo porque dejo de prestar atención a los cinco minutos.

     Todo cuanto hay en mi mente es lo que pasará con mi vida ahora.

     La peor parte # 1: es que mi madre no dice ni pio sobre el tema, y huye como prófuga de la justicia.
   
     La peor parte # 2: es que no he podido hablar con nadie del asunto o me tomarán por loca y terminaré mis días en un manicomio, teniendo más medicamentos en el sistema que ratón de laboratorio.

La flor de LisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora