↳ ੈ‧₊ BITÁCORA #6

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Un mes y medio después de la llegada de Kokichi a mi hogar, las cosas parecieron cambiar entre nosotros.

No fue un cambio drástico, pero mi huésped comenzaba a aceptar su inevitable destino. Eventualmente comenzó a comportarse más educado con su superior, así que le concedí el deseo de sacarlo del sótano de vez en cuando, especialmente en ocasiones en las cuales la habitación subterránea se ponía muy caliente por el clima.

Cuando Ouma rondaba la casa, le mantenía el ojo encima siempre, lo seguía a todas partes y de forma general nunca lo dejaba solo, ni en momentos en los que otros desearían privacidad. Por si fuera poco, mantenía las cortinas cerradas, las puertas que llevaban al exterior estaban cerradas con llaves que solo yo poseía y ni siquiera hablar de las ventanas.

Si un día se le metía a aquella cabecita hueca suya la idea de intentar escapar por alguno de los medios anteriormente mencionados, cosa que no ha intentado por el momento, no sería poco antes de que sus bonitas piernas dejasen de estar unidas al resto de su cuerpo.

Lo amaba mucho, pero la amputación casera sería la única solución necesaria en algunos casos. No había nada de malo con que le faltasen una extremidad o dos, puesto que Kokichi era apuesto y bello bajo toda circunstancia.

Ese día, se trataba de uno de esos en los que le permitía a mi visita estar en mi sala de estar, donde podríamos ser cercanos a pesar de que él no lo desease como yo lo hacía.

Había suficiente espacio en el sofá como para albergarnos a ambos, pero bajo petición mía, el jovencito desnudo de pálida piel se sentó sobre mi regazo a ver el programa de noticias locales, que daban a conocer a la luz los hechos más recientes en la ciudad, en la cual había ascendido el nivel de los crímenes ligeramente.

Los huesos de la pelvis de mi opuesto descaradamente se enterraban en mis piernas, ya que no había en existencia mucha grasa en su cuerpo que amortiguara la sensación, pero no me quejaría de eso. Simplemente mi querido Ouma era así, no lo juzgaría en lo absoluto.

Mientras admirábamos los múltiples reportajes breves que se demostraban en el televisor, esperaba el momento más oportuno para hablar de cierto asunto que me llevaba interesando desde hace unos días.

Pero de tanto esperar, desesperé. Simplemente opté por comentarlo ahora, puesto que no haría mucha diferencia si lo contaba en ese momento o si lo hacía en algunos minutos. Mientras el bello pelimorado encima de mí se enterase de lo que deseaba decirle, era suficiente.

—¿Recuerdas que te dije que te tenía una sorpresa, cariño? —Solté de la nada, haciendo al otro recordar que llevaba cierto tiempo prometiéndole una sorpresa. Quizá era algo bueno, quizá algo terrible, no había forma de que él supiera, puesto que nunca aclaré la naturaleza de esta.

Él me volteó a ver, haciendo que nuestros ojos se cruzasen por algunos segundos. Era injusto que aquellas inmaculadas amatistas pudiesen ser capaces de percibir cosas además de mí. No quería que Kokichi pudiese observar más cosas que a mí, su futuro esposo.

De todas formas, ese pensamiento no tenía relevancia en momentos actuales.

—Si... amo —suspiró con lentitud, removiéndose bajo mi tacto probablemente para buscar una posición más cómoda. Estaba acostumbrándose de poco a poco a llamarme por aquel nombre y a responder a mis preguntas en general, lo cual lo podría considerar buenas noticias, ya que llevaba casi dos meses entrenándolo para que lo hiciese.

Era solo cuestión de tiempo que el miedo tomase el control de toda decisión suya. Él estaba muy consciente de que, si volvía a hacer cualquier cosa levemente rebelde, se confrontaría con las consecuencias de sus actos mediante pequeñas torturas, como anteriormente ocurría.

↳ 💌₊˚. ··· Diary of a Lover »-Saiouma-«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora