↳ ੈ‧₊ BITÁCORA #7

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Desde aquel último incidente han pasado 9 días, poco más de una semana completa. Sin duda, debería poner más atención a los días cotidianos en los que no solemos hacer más que comer juntos, mantener relaciones sexuales o haciendo cosas usuales como recibir castigos, quizá sería interesante recordar explícitamente cada uno de los momentos.

La noche era joven, hasta el punto en el que podría seguir considerándosele tarde. El sótano, como acostumbraba, se mantenía un poco más cálido que el resto de la casa. La primavera está llena de brisa y alergias de temporada para Kokichi, pero aún disfrutaba de ella en los días comunes.

Dicho esto, no se trataba de un día normal. La anticipación me llenaba como de costumbre, aunque esta vez me encargué de tener a mi amado ahí mismo para observar las atroces acciones que cometería.

Puesto que nunca me ha visto recurrir a la violencia sobre alguien más que no fuese él. Talvez encontraría refrescante que, por primera vez en toda su estadía, no fuese su tersa piel la que era abusada de manera constante.

Gracias a esta idea, había dos sillas en el sótano, donde dos jóvenes distintos se encontraban. Ambas sillas estaban en una posición en la que quedaban mirándose la una a la otra, por lo que las dos personas en ellas serían capaces de verse a los ojos una vez estuviesen conscientes. En una, Kokichi yacía sentado, atado a aquel mueble con el usual motivo de que no moviese ni un solo músculo ante la vista de la escena grotesca que le presentaría. En el otro asiento, un muchacho del cual podría preocuparme luego.

Hubiese situado mi atención en aquel rostro nuevo si no fuese por el suave sonido de Ouma despertando, cosa que alertó cada uno de mis cincos sentidos, que erizó cada uno de los vellos en mi cuerpo, y que encendió cada uno de mis instintos de supervivencia.

—¿Cariño? Me alegra que estés despierto —indiqué, observando como mi amado lentamente parecía abrir sus ojos lavanda. Rápidamente me hinqué ante la silla para mantener nuestros rostros separados solo por algunos centímetros, ocultando toda vista del tercer hombre en la habitación.

Verlo despertar era siempre un momento mágico, en el que podía olvidarme del estrés del día a día para simplemente perderme en aquellos ojos que asimilaban serenos jardines de lavanda y en aquellas somnolientas expresiones que me hacían perder la cabeza de poco a poco.

Ser tan divino debía ser un crimen, no había forma que amar tanto a alguien como yo lo hacía tampoco fuese legal. Lo estimo, lo quiero, lo aprecio, lo amo, lo adoro, lo idolatro, lo venero.

Se veía muy cansado, a pesar de que estaba comenzando a tener mejores noches de sueño. Las ojeras en la zona bajo sus orbes púrpuras habían levemente desaparecido desde que comencé a suministrarle tabletas de melatonina bajo petición suya.

Como él era un muy buen chico, era justo que de vez en cuando yo también fuese un amo apropiado. La última semana, desde la noticia de sus padres, mi querido pelimorado se comportaba mucho mejor, era perfecto, se convertía lentamente en la viva imagen del hombre de mis sueños, aquel que solo me deseaba a mí y a nadie más.

Esa misma tarde le tenía un regalo, una sorpresa que llevaba prometiéndole ya un tiempo. Nunca mencioné que fuese algo bueno o gratificante, pero sin duda estaba seguro de que mi huésped estaría intrigado por saber de la extraña situación en la que lo metí.

Esperaba con todo lo que mi alma me permitía que Kokichi desesperara tanto como en aquella anterior ocasión cuando mirábamos el noticiero en la sala de estar. Después de todo, le tomé cierto cariño a la agonía ajena en todo el tiempo que he pasado con él. Mi amor por Kokichi es masivo, pero de la misma manera, mi cariño al dolor lo era.

↳ 💌₊˚. ··· Diary of a Lover »-Saiouma-«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora