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—¿Señor Agreste? —me llamó mi secretaria

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—¿Señor Agreste? —me llamó mi secretaria.

—¿Sí?

—Ha llegado su madre para almorzar con usted, señor.

—Hazla pasar, por favor.

Unos segundos después, entró mi madre, con un vestido de color gris pálido. Estaba perfectamente maquillada, y parecía que se había estado cuidando... durante un mes completo. Sus ojos verdes seguían estando claros, y rezumaban optimismo, como el día de la celebración de la rehabilitación, pero yo no albergaba grandes esperanzas. Había recorrido ese camino demasiadas veces como para que creyera que cambiaría.

Se sentó ante el escritorio, y clavé los ojos en la cajita que sobresalía del bolsillo de su chaqueta.

—Creía que habías dejado de fumar. —Suspiré.

—Sí, pero metanfetamina, no tabaco. Son casi inofensivos.

Negué con la cabeza y cogí los cigarrillos.

—Sustituir un mal hábito por otro no es una buena idea. ¿Quieres unos parches de nicotina?

—¿Para qué, Adrien?

—Así no te matarías lentamente y llegarías a cumplir los sesenta.

—Oh, ¿ahora eres experto en salud? Supongo que ser multimillonario te lleva a creer que lo sabes todo, ¿no?

—Todo el mundo tiene claro que fumar es malo. Lo pone incluso en la maldita caja.

«Jamás debería haber accedido a esto...».

—Pero ¿es todavía peor para alguien que se ha drogado? Imagino que te avergüenza que esté aquí, ¿verdad? Me figuro que no quieres que tus amiguitas ricas descubran que tu madre drogadicta está otra vez rehabilitada...

—Vale, para. Déjalo ya. —Negué con la cabeza—. Me he mostrado de acuerdo en reunirme contigo una vez a la semana porque creo que es beneficioso para ti. No para mí. Así que si tu intención es llegar aquí para que me sienta culpable por disfrutar de mi éxito, pierdes el tiempo... Quizá deberíamos posponerlo para la semana que viene.

—¿Qué? —Parecía herida—. ¿Quieres que me vaya?

—Sí. Ahora mismo.

—Lo lamento... No quería que te enfadaras. Es solo que a veces me siento fuera de mí porque no me he marcado un objetivo real y... Lo lamento mucho, Adrien.

—Vale. Lo volveremos a intentar la próxima semana. —Me acerqué y la abracé—. Debemos intentarlo bien si queremos seguir adelante. No quiero frustrarme contigo ni que tú te frustres conmigo. La próxima vez, olvida el tabaco en el coche.

Sonrió a medias.

—Vale... Nos vemos la próxima semana.

La acompañé fuera del despacho y llamé el ascensor. En cuanto se fue, me senté detrás del escritorio y hundí la cabeza entre las manos.

𝙈𝙤𝙣 𝙋𝙖𝙩𝙧𝙤𝙣 | 𝘼𝘿𝘼𝙋𝙏𝙀𝘿+16 | 𝘼𝘿𝙍𝙄𝙉𝙀𝙏𝙏𝙀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora