14

925 78 71
                                    

Marinette: «¿Podrías, por favor, dejar de llenarme el despacho con cientos de flores cada día? ¡Comienza a ser ridículo!»

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Marinette: «¿Podrías, por favor, dejar de llenarme el despacho con cientos de flores cada día? ¡Comienza a ser ridículo!».

Adrien: «No quiero que nadie piense que estás disponible».

Marinette: «¡Nadie me considera disponible! Te he dicho que nadie ha intentado salir conmigo, salvo tú —excepto Henderson el sábado—, y estoy empezando a pensarme si seguir con nuestro acuerdo…».

Adrien: «¿Estás amenazándome, Marinette? Es necesario que te des cuenta de cómo te miran cada vez que entras en una reunión, o cuando vas por el pasillo… Nadie ha tratado de hablar contigo por esa maldita política de no confraternización, y han supuesto que no les darías ni la hora…».

Marinette: «Yo no amenazo».

Adrien: «Estoy deseando ser castigado. Te veo esta tarde».

—¿Señor Agreste? —La terapeuta se aclaró la garganta—. ¿Está preparado para empezar?

Traté de no poner los ojos en blanco.

Había contratado a una psicóloga para que mediara entre mi madre y yo, dado que no podíamos estar en la misma habitación sin discutir durante más de cinco minutos. Aunque mi madre la consideraba una idea brillante, yo tenía mis dudas; hoy no parecía muy por la labor: llevaba el pelo recogido en una coleta, no se había planchado los pantalones y apestaba a cerveza y tabaco.

—Sí, estoy preparado.

—Muy bien. —Entrelazó los dedos—. Comenzaremos con unas preguntas sencillas para ver dónde nos encontramos. Señora Agreste, es decir, Emilie, ¿qué espera lograr con estas sesiones?

—Quiero que mi hijo me vuelva a respetar… Que me permita entrar en su vida para que podamos empezar de nuevo.

—De acuerdo… —La terapeuta tomó algunas notas—. ¿Y tú, Adrien? ¿Qué esperas tú?

—En realidad no espero ganar nada… Quizá poder sentarme en una habitación con ella sin ponerme a gritar. Eso sería suficiente.

Mi madre cruzó las piernas.

—A eso exactamente me refería, doctora. Solo la ha contratado para dar buena imagen, para que parezca que lo está intentando, pero en realidad no es así. A él le importa un bledo que…

—¿Le has contado cuántas veces has recaído? ¿Cuántas veces has entrado y salido del centro de rehabilitación? ¿Que ahora mismo deberías estar ingresada?

—¡Maldición, Adrien! Estoy tratando de hacer algo por mí misma. Trabajo mucho. ¡Deja de echarme en cara mi pasado!

—Cálmate, Emilie. —La terapeuta le dio un vaso de agua—. Adrien, en esta etapa, no es necesario que empecemos a señalar a nadie con el dedo ni a echar culpas. Debemos avanzar muy poco a poco. Estoy segura de que quieres conseguir algo de estas sesiones. Me recliné en la silla y me puse a pensar un buen rato.

𝙈𝙤𝙣 𝙋𝙖𝙩𝙧𝙤𝙣 | 𝘼𝘿𝘼𝙋𝙏𝙀𝘿+16 | 𝘼𝘿𝙍𝙄𝙉𝙀𝙏𝙏𝙀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora