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El cielo se va tornando levemente azulino mientras el sol cada vez escala más hasta hacerse ver de forma completa, tratando de despertar timidamente con aquellos mortales que siguen dormitando de forma plácida en sus hogares.
Aradia no se encuentra entre éstos.
Siente una disconformidad en su pecho aún, Sin el malestar habiéndose disipado a pesar de la llegada de la noche.
La pecosa siente los recovecos de su espíritu agitarse al tiempo que su propia tristeza traspasa su epidermis y se aloja en su sistema. Haciendose uno con la sangre que fluye lenta y tortuosa, llena de reproches y maldiciones. Tenía un plan establecido, pero lo fastidió de forma veloz porque no supo adaptarse a la situación, Porque la incomodez la consumió y no la hizo comportarse como realmente es.
Tan solo era una desconocida atrapada en una turbe de humanos que pretendían querer conocerla, Pero no tenían intención alguna de hacerlo.
