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Lagrimas comienzan a descender de forma pausada por las rojas mejillas de la muchacha. Los sonidos comienzan a entrelazarse hasta enmudecer, sintiendo un pequeño pitido hacerse. Su ritmo cardíaco comienza a dosminuir, al igual que el bombeo de sangre por todo su organismo.
Su derecha sube hacia su corazón debido a la opresión que siente en este, tratando de calmar esa angustia, esa desesperación que comienza a hacerse una con su sangre.
Sabe que está dramatizando, que no debería esconderse en el baño y llorar cual niña pequeña por un simple beso, Pero no puede evitarlo.
Sus fantasías la han hecho crear su propio mundo de encanto, uno donde los únicos besos que recibía el azabache, eran los suyos.
Y por mucho que trate de razonar o no dejarse llevar por el malestar, como está acostumbrada, no puede hacerlo. No puede evitar mirarse en el sucio espejo y sentir unas descomunales ganas de gritarse, De echarse la culpa a sí misma y a nadie más: con la ridícula idea de que todo se debe a que es un asqueroso demonio.
«¿Cómo un ser humano tan bello podría enamorarse de un demonio como yo?»
Se repite internamente, y no encuentra solución a la pregunta, Porque quizá no la hay, Porque quizá eso jamás sea posible.
