Capítulo 16

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—Le diré a Ángela lo que soy —Estella y Diago se encontraban en la estancia de su casa. Las clases habían pasado y no tenían nada mejor que hacer, salvo hablar de lo que habían hecho en las últimas dos semanas.

—¿Estás seguro? —inquirió la rubia con duda.

—No será como la última vez. Confío en ella.

—Yo también, he hablado algunas veces con ella y me agrada —la rubia se queda pensando hasta que vuelve a hablar—. ¿Se lo has dicho a mamá y papá? —el castaño asiente—. Bien, tienes mi apoyo.

—Me voy, espero que todo salga bien.

—No te preocupes, ella prácticamente ya lo sabe, sólo le falta unir correctamente las piezas.

—¿A qué te refieres? —Estella sacó una fotografía de su bolsillo y se la tendió—, ¿ella la tomó? —la rubia asintió. El castaño suspiró, le entregó la foto y salió de la casa.

La foto era del día en el que Edward y ella habían llegado por primera vez juntos al instituto. Claramente se veía a Edward, pero Estella no se había reflejado en la foto, saliendo solo el cobrizo en ella.

La rubia suspiró y se levantó para ir a su habitación cuando el sonido de la puerta y el característico olor de su novio, provocó que se detuviera.

Con lentitud abrió la puerta, viendo como Edward se encontraba frente a ella con un ramo de rosas.

—¡Qué lindo, gracias! —le dio un casto beso y lo invitó a pasar.

—¿Molesto?

—En absoluto —Estella caminó hasta la cocina con Edward siguiéndola—. ¿Qué te trae por aquí, bola disco?

—¿Otra vez con eso? —la rubia puso las rosas en un jarrón con agua.

—¡Oh, vamos! Ambos sabemos que no te molesta —Edward ladea la cabeza, pero al final termina asintiendo.

La rubia lo agarra de la mano y lo guía hasta la sala Vlad, donde ambos se sientan en un sofá.
Empezaron a conversar sobre lo que habían hecho esas semanas, hasta que llegaron al tema de lo que pasó en Seattle aquella vez que fueron.

Al parecer, Edward había estado evitando a su padre porque no sabía cómo decirle lo que hizo. Claro que Edward subestimó a Carlisle porque una vez que decidió cintatle todo lo sucedido, se dio cuenta que su padre ha lo sabía, o al menos lo sospechaba.

Los demás integrantes de la familia eran ajenos a este hecho, exceptuando a Esme, ya que es su madre, y Alice, quien había visto el momento exacto en el que Edward se alimentaba del humano. Alice prefirió callar, pues su sabía que su hermano estaba bien con hacerlo, a parte de que no lastimaba a inocentes.

Las horas pasaron, sin embargo, ellos sentían que apenas llevaban algunos cuantos minutos. Las trivialidades que hablaban pasaban de un tema a otro sin siquiera percatarse de ello, lo que volvía la conversación mucho más amena.

La comida que Carlisle había organizado para que su familia y la familia Vlad se conocieran, tuvo que cancelarse, ya que tenía trabajo en el hospital. En cambio, con ayuda de su hija Alice, los invitó a un juego de béisbol.

Marian llegó a la residencia Vlad con algunas cosas del supermercado. Para Edward seguía siendo extraño como la matriarca Vlad podía hacer comida para los vampiros utilizando algunos ingredientes que ingieren los humanos, pero lo cierto es que Gastón Vlad siempre hacía experimentos para que pudieran subsistir de diferente forma a cómo lo hacían normalmente, aunque eso no evitaba tener que beber sangre.

—Hola, Edward. ¿Qué tal tú semana? —Marian se acercó y Edward se levantó para saludarla, pero la mujer lo jaló y lo abrazó.

—Estuvo bien —respondió el cobrizo. La mujer lo miró con una sonrisa y asintió.

Una Vampira Diferente «Edward Cullen»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora