Cita

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Después del almuerzo el apuesto demonio mayordomo salió a hacer sus respectivas investigaciones con respecto al reto que le había impuesto su joven amo, recorrió el centro de la ciudad en restaurantes, parques, lugares donde pudiera observar el comportamiento de las parejas, estar haciendo todo esto le parecía tan raro, hasta el punto se diría estúpido, pero lo peor que lo estaba disfrutando. Luego de unos minutos encontró una parejita, la cual eran muy jóvenes ambos estaban nerviosos se les notaba en los gestos, sonreía al pensar que así se vería su joven amo en una cita. Se sentó en el restaurante fingiendo tomar una taza de té mientras tanto escuchaba lo que parejas alrededor hablaban, tomaba notas mentales, para luego sacar una idea concreta, así paso la tarde del mayordomo, cuando observó su reloj vio que era hora de marcharse, debía preparar la cena y la verdad que tanto romanticismo en el ambiente lo hacía extrañar a su querido amo.

Al llegar a la mansión fue directamente al despacho de su señor, al tocar la puerta nadie le contestó, así que decidió entrar, al entrar vio a su joven amo dormido recostado en su sillón.

-Joven amo… sí que es un perezoso quedarse dormido así- en un susurro le dijo, mirándolo con ternura.

-Ya llegaste Sebastian… ¿como te fue?- Le preguntó  restregándose  los ojos.

-Solo puedo decir que bien, el resto se    lo haré saber después.- Diciendo esto con una sonrisa de complicidad.

-Como digas… puedes retirarte.- Con un ligero bufido.

-…¿Joven amo se enojó?- Pregunto un poco desconcertado.

-No claro que no… Solo te tardaste mucho- le dijo mirando hacia un lado.

-Que tierno joven amo… me extrañaba- con una sonrisa tierna y a la vez burlona.

-Idiota… Lárgate- le gritó con enojo.

-Con su permiso.- Solo sonrió el mayordomo y decidió retirarse al ver lo tarde que era. Al salir y cerrar la puerta susurro para sí *Yo también lo extrañe*

La cena pasó sin ninguna novedad, aunque al joven conde se le hacía más difícil ahora estar cerca de su mayordomo sin sonrojarse, ahora trataba lo menos posible de mirarlo directamente, solo lo observaba disimuladamente o se dedicaba a mirar para otro lado. Por ahora evitaría cualquier roce, cuando lo bañara y vistiera sería difícil porque dependía de él para eso, ya que debía admitir que él era un inútil que no podía bañarse ni vestirse solo, pero el orgullo no lo haría perder el autocontrol.

Llego la hora de dormir, Sebastian se iba a despedir de su joven amo hasta el día siguiente

-Joven amo ha estado muy callado, ¿sigue enojado conmigo?- Le pregunto curioso y romper ese silencio.

-No… Solo estoy cansado.- Le dijo mientras miraba el piso.

-No me diga que se está arrepintiendo del juego que comenzaremos mañana? Si es así todavía está a tiempo de declinar su decisión.- Le preguntó tomando su mentón y alzando su rostro.

-Jaa y perder ante ti… No… Señor…- sonrió con autosuficiencia.

-Ahhh que bueno… Sabía que mi joven amo no era un cobarde, tengo algo para usted.- Le entregó un pequeño sobre.

-¿Y esto?- Lo miró sorprendido y sonrojado.

-No me pregunte, solo léalo cuando haya salido de su habitación. Buenas noches, descanse.- Se despedía el demonio saliendo de prisa de la habitación.

-Buenas noches, Sebastian- Decía el conde pretendiendo no darle importancia al sobre que tenía en la mano aunque por dentro la curiosidad le mataba, deseando que su mayordomo saliera para leer su contenido.

Mi destino es amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora