El mayordomo al escuchar esas palabras de su amo experimentó una extraña sensación que invadía su ser, no entendía aquello que sentía en su interior, no eran precisamente celos, era enojo mezclado con una profunda tristeza, una punzada en su frío corazón que dolía un poco, acaso se sentía herido ya que deseaba que aquella primera declaración de amor de su amo fuera para él pero no fue así, aunque sabía que cada palabra dicha era mentira, ¿Por qué entonces se sentía así? ¿Será que realmente amaba a ese orgulloso conde? ¿O era solo un juguete en manos de un niño? ¿Cuándo el juego se convirtió en una cruel realidad? No podía hacer notar que estaba afectado y confundido con muchas dudas en su mente. Debía aclarar el asunto, se sentía realmente estúpido por aquellos sentimientos. El mayordomo esperó unos segundos para interrumpir, fingiendo que no había escuchado aquella declaración.
-Joven amo, tiene una llamada telefónica de la marquesa.- Le avisó con seriedad acercandose a la pareja.
-Sebastian, si ya voy... puedes retirarte.- Murmuraba el conde lo conocía bien sabía que algo le sucedía aunque aparentaba lo contrario.
-Creo que va siendo hora que regresemos, tu madre nos llama, ¿estas más tranquila?- Decia Ciel mientras le tomaba la mano para caminar hacia la mansión, veía a lo lejos la figura de su mayordomo alejándose sintiendo una tristeza que no entendía.
-Si Ciel, perdóname por dudar de ti. Prometo que no volveré a hacerlo y prométeme que no le dirás a nadie la estupidez que te dije, es muy vergonzoso...- Le pedía con los ojos llorosos la joven muy arrepentida.
-No te preocupes, no le diré a nadie será nuestro secreto. Por favor no vuelvas a dudar de mí.- Le sonreía muy contento el conde, aunque no le gustaba actuar así ahora tendría que hacerlo, ser el prometido perfecto.
Al llegar la hora de la cena, se encontraban en el comedor el joven conde aparentaba un buen humor, por dentro solo deseaba escapar de aquella situación tan asfixiante, ya que desde que le declaró su falso amor a Elizabeth esta no lo dejaba tranquilo, casi ni respirar. No veía la hora de que se fuera, además necesitaba hablar con su mayordomo sobre su extraño comportamiento desde la noche pasada.
-Ciel, cariño... awww se escucha realmente bien... ¿Qué te dijo mi madre?-Decía emocionada. A lo que el conde tosió un poco, un leve escalofrío recorrió su espalda al escuchar la palabra "cariño", esos términos solo deseaba escucharlos de su mayordomo se escuchaban tan dulces en su voz, aunque dudaba que algo así le dijera ahora porque parecía distante.
-Pues que llegarán esta noche y que mañana esperan verte.- Contestó con una sonrisa amable.
-Pero yo no quiero irme todavía me siento muy feliz a tu lado.- Decía la niña mientras tomaba la mano del joven conde.
-Es una orden de tu madre, mañana al medio día quiere verte regresar.- Explicaba dulcemente para que no sospechara que se alegraba que se fuera.
-No es bueno desobedecer a mi madre, pero vendré a visitarte seguido para que no me extrañes.- Le contestó con dulzura Lizzy.
-Bueno pero no lo hagas tan seguido porque tristemente no podría atenderte, tengo mucho trabajo, además tus estudios se han atrasado, no debes descuidarlos. Te extrañaré pero primero son las responsabilidades ¿No crees?- Con mucha caballerosidad tratando de convencerla le hablaba el conde.
-Sí, tu siempre procuraras mi bienestar, además ese es el Ciel responsable que amo.- Le decía con un sonrojo la joven y toda esa escena era molesta para el mayordomo que serio desviaba la mirada.
-Esa es mi prometida, comprensiva y madura.- Mientras le besaba la mano decia el conde, toda aquella escena era observada por el mayordomo sin inmutarse ni un poco.
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Mi destino es amarte
أدب الهواةUna historia de amor basada en la popular y hermosa obra de Yana Toboso. ¿Qué sucederá cuando Ciel le haga una propuesta rara a su mayordomo? Todo lo que empezó con un juego del joven conde terminara revelando los mas profundo sentimientos de ambos...