Confesión [2]

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Lo que el mayordomo podía hacer solo en unos minutos se tardó horas en terminar con el único pretexto de pasar la tarde con su pequeño que se divertía junto a él. Después de terminar toda la preparación de platillos, salieron directamente al cuarto del joven amo para bañarlo pues estaba sucio con manchas en toda su fino rostro y en su ropa, lo que no sabía el joven es que el mayordomo luchaba consigo mismo para contenerse pues simplemente lucia irresistible a sus ojos. Comenzaba a oscurecer, el menor estaba con una toalla, cubriendo su frágil cuerpo.

-Su primer obsequio, le compré este vestuario, seguro lucirá encantador esta noche especial.-Le entregaba una caja, dándole un dulce beso en el húmedo rostro del menor.

-Gracias. ¿Qué tendré más obsequios?- Preguntaba sonrojado, de alguna manera ya había comenzado a ponerse tenso por lo que pasaría después.

-Claro, este es solo el comienzo.- Comenzó a vestirlo con delicadeza, intentando tener más contacto con él.

-Le quedó perfectamente, se ve tan apuesto, no puedo creer que ya se vea como todo un hermoso joven...- Decía con nostalgia.

-No seas cursi- murmuraba mientras miraba para otro lado avergonzado.

- Recuerdo como si fuera ayer cuando lo conocí, era tan solo un niño, tan pequeño, tan indefenso...- Hablaba con aire nostálgico, haciendo recordar su pasado al menor, que cambio su expresión a una triste y pensativa. Sabía que no era un comentario muy conveniente en ese momento, pensó con rapidez para animar al menor

-Bueno todavía sigue siendo pequeño- Le decía con tono burlón al menor.

-No te burles de mi estatura, ya creceré, idiota.- Reaccionó con molestia empujando al mayordomo.

-Si ya las hormonas harán su trabajo, aunque desearía que no creciera se quedara así como ahora.- Así me gusta más. Le decía con una hermosa sonrisa acariciándole el cabello.

-No me hagas así... No soy un gato.- El joven le apartaba enojado las manos de su cabeza.

-Puede esperarme aquí unos 15 minutos, es que iré a arreglar la mansión y yo también debo cambiarme. Hazme caso y no salgas por favor.- Le advertía serio el mayordomo al conde que solo lo miraba con molestia.

-No me des órdenes, y no voy a salir solo porque no me da la gana de hacerlo no porque tú lo hayas dicho.- Contestaba orgulloso el conde cruzándose de brazos sentado en la cama.

-Sí, yo vendré a verlo. Será una velada inolvidable ya lo verá.- Hablaba a punto de salir de la habitación.

-Si, como digas.- Le dijo con poco ánimo, el mayordomo salió a sus labores.

Pasaron los quince minutos alguien tocó la puerta de la habitación del joven amo quien tenía un libro en la mano aunque no había leído ni una palabra ya que no podía concentrarse pensando que tenía preparado para esa noche el mayordomo, un galante caballero apareció al oír la orden de su amo de que entrara.

-Sebastian.... tu...- Se quedó sorprendido al verlo estaba tan hermoso y galante, no es que antes no lo fuera pero esta noche se veía diferente, llevaba puesto un traje elegante con un tono más suave que el negro que usaba por costumbre, entallaba perfectamente su varonil figura, su cabello, su porte, su sonrisa... lo hacía verse perfecto y tan irresistible. Que el conde solo volteó la mirada y se levantó de su cama.

-¿Que sucede, Ciel? Acaso no te gustó como me veo esta noche, o será que te gusté demasiado.- Le decía coqueto guiñándole un ojo.

-Demonio presumido…- Le contestó con leve molestia.

-No soy presumido, pero la verdad es que estamos hermosos está noche, debe admitirlo.- Caminaba lentamente hacia el conde.

- Te ves bien.- Pensaba como terminaría su frase si fuese más atrevido algo como "demasiado bien, maldito atractivo demonio" Mientras caminaba también hacia su mayordomo.

Mi destino es amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora