PEDAZOS DE MI

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Los susurros despertaron a la pequeña niña con trenzas que descansaba en su cama.

Sus oídos querían seguir el hilo de la conversación, pero las palabras no llegaban claras, sus pies tocaron el frío suelo cuando se deslizó sobre el colchón para bajar por las escaleras. 

Cada escalón que bajaba era como sentirse más  cerca de las letras que volaban sin sentido por el aire, sus ojitos por fin deslumbraron las dos figuras que discutían en un tono leve para no despertar a la pequeña, ya demasiado tarde.

Sus padres se percataron de la diminuta sombra que se escondía entre los muebles del salón, su madre se secó una solitaria lágrima que caía por su rostro y le regaló una sonrisa tranquilizadora a su niña. Su padre, al contrario, solo se aseguró de esconder detrás de él la enorme maleta negra.

-¿Qué ocurre?- preguntó la niña insegura.

La mujer miró al hombre que estaba a su lado para que él contestara la pregunta, aunque ninguno quería realmente oír la respuesta que tanto iba a doler y que tantas heridas iba a causar.

Él se acercó a la pequeña.

-Papá deber irse, cariño.-

-¿Cuánto tiempo?- ella no quería saber dónde, si no cuánto iba a estar sin el padre que ella tanto quería.

-Princesa, no creo que vuelva más por aquí.- le cogió la manita y se la puso sobre el corazón de él.- Este sitio me hace daño aquí.-

-Entonces... ¿Ya no te veré más?-

-Algún día nos volveremos a ver, estoy seguro. Nos encontraremos en tus sueños cada noche.- le sonrió y la abrazó con tanta fuerza que podrían sentir sus latidos contra el pecho.

De pronto el hombre se separó de la niña, como si estar a su lado le quemara.  Se fue hacía su maleta y miró a la madre de su hija.

-Siempre creí que estar a tu lado iba a hacerme feliz pero estar aquí es ahogarme constantemente en un mar en el cuál no sé nadar.- la besó cómo si sus labios fueran piezas perfectamente creadas para estar juntas.

El hombre caminó hacia la puerta, cada paso era un recuerdo que dejaba abandonado en esa casa, cada herida que creaba, un pasado que ya no iba a interponerse más en su presente, ni en su futuro.

Tras él, una mujer lloraba porque el hombre al que amaba y amaría toda su vida se alejaba de ella, como una flor que ha sido cortada y ya no tiene nada bello que cuidar. Tras él, una niña que solo quería un padre al que acudir lloraría por él a escondidas cada noche simplemente porque echaría de menos sus abrazos, sus dulces y fuertes abrazos.

En ese momento fue cuando las alas de Betty empezaron a romperse pedazo a pedazo. 

brisas de luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora