Querido J:
Anoche bebí, otra vez.
Moría dentro. Moría lento.
Le pegué un sorbo a la botella, y te llamé.
Pero no contestaste, como siempre.
Y morí de nuevo. Morí lento. Morí sola.
Y no pude evitar gritar al pitido del teléfono. Le pregunté que si alguna vez te importé. Pero no obtuve respuesta. No obtuve nada a pesar de que lo daba todo, como siempre.
Y bebí otra vez un sorbo, brindando por esta historia absurda.
Salud, J.
Tuya,
C.
