🫐CAPÍTULO 5🫐

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Cuando abrí los ojos era ya de noche, el cuarto seguía exactamente igual que cuando había cerrado los ojos.
Me senté en el colchón king size extra grande, las sábanas estaban aún sucias, quise estirarme pero sentí una pequeña punzada de dolor en la cadera, nada que no pudiera soportar en verdad.

Eché un vistazo a mi alrededor. Sí, seguía todo exáctamente como lo había dejado al dormirme, por un instante me entristeció saber que Lord Dimitrescu no había vuelto a verme, pero segundos después descarté cualquier sentimiento de ese calibre y decidí vestirme luego de haber visto la hora que era. Las dos de la madrugada, debía volver al dormitorio de criadas.

Cuando fui a ponerme mi ropa no encontré más que trapos rotos, fue entonces cuando recordé que Dimitrescu las había roto a excepción de mi ropa interior. Suspiré, algo era algo. Me puse mi ropa interior aún haciendo alguna que otra mueca de dolor, luego eché una rápida mirada a la habitación y volví a soltar otro suspiro, esto me llevaría un tiempo. Lo primero que hice fue sacar las sábanas del colchón con un poco de dificultad debido al gran tamaño de la cama, las dejé en el cesto que se encontraba en el baño para llevarlo cuando saliera de aquel lugar y seguí recogiendo mi vestido de criada hecho harapos del suelo. No tenía la menor idea de cómo volvería a mi dormitorio.

En cuanto hube puesto otro juego de sábanas en la cama del Lord, recogí un par de cosas más que estaban sueltas por la habitación y una vez terminé cojí la cesta de la ropa sucia y mi vestido roto para tirarlo. Me paré enfrente de la puerta.
¿Cómo demonios voy hasta mi cuarto? Me pregunté.

Me quedé unos minutos pensando cómo podría ir y los caminos más rápidos hacia mi destino. Fuera cuál fuera el camino me parecía complicado; si alguno de los criados me pillaba, sería totalmente incómodo y vergonzoso, por no mencionar si fueran los ML los que me pillasen... Hice de tripas corazón y abrí directamente la puerta.
Asomé primero la cabeza mirando a ambos lados del largo pasillo a oscuras que había ante mí: no había nadie. Vale, tres paradas; La lavandería, la basura del comedor y finalmente directa al dormitorio.

Decidida corrí hacia la lavandería teniendo cuidado de no hacer ruido pero igualmente dándome toda la prisa posible.
Primera ruta completada, pensé: nadie a la vista.

En proceso la segunda ruta. Despejado.

Una vez tiré el vestido volví de nuevo al pasillo oscuro, solo iluminado por la luz de la luna que entraba por los grandes ventanales, arrojando un poco de luz directa al suelo.
Segunda ruta completada.

Rumbo al destino final.

La verdad es que no se sentía tan mal eso de caminar a altas horas de la madrugada por el castillo, era un poco desolado y solitario, y é de admitir que daba hasta un poco miedo tal vez, pero era acogedor. Comprendí que a esas horas no iba a encontrarme con nadie ya que todos estarían durmiendo, así que me tomé mi tiempo para disfrutar
del silencio y de la luz de la luna llena sobre mis piernas.
La verdad es que nunca me había dado mi tiempo para admirar como debía el castillo y sus alrededores, aunque los alrededores casi ni los había visto. Era precioso.

Cuando estaba llegando a la puerta que daba al comedor de los sirvientes, el cual había que traspasar para llegar al pasillo de los dormitorios, sentí un ligero aleteo cerca mío; como si hubiera alguna mosca cerca mío. Moví el brazo en el aire para espantar por si realmente fuera algún insecto, pero en vez de ahuyentar lo que quiera que fuera empecé a escuchar más aleteos, y cada vez más.

Me giré y ante mi sorpresa me encontré cara a cara con alguien. El sonido de los insectos desapareció.

-Vaya, ¿vienes de divertirte con mi padre? Parece que Abell tiene buen gusto entonces.- se rió Daniel. Me sonrojé.

Lord DimitrescuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora