XIV

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Su cuerpo estaba cansado, tan cansado que dudaba que en algún momento se pudiera sentir vivo de nuevo. Ya no podía más, sentía que a cada segundo que pasaba perdía más  la cordura.

Sus ojos se sentían pesados y sus sentidos débiles, únicamente respiraba de manera automática, sin ser consiente de mucho.

Escuchó el ruido de la puerta abrirse, pero no se movió, escuchó pasos dentro de su celda, se mantuvo en la misma posición.

—Hay que levantarlo —dijo uno de los guardias, viendo al chico con aburrimiento.

Y con brusquedad lo pusieron de pie, pero a él poco le importaba, lo arrastraron por los pasillos, él solo veía paredes blancas, lo mismo de siempre, creía que lo llevarían nuevamente al laboratorio pero al dar vuelta en un pasillo y entrar a una oficina pequeña, supo que no era así.

Aunque no tenía las fuerzas suficientes para curiosear, de todos modos.

Lo dejaron caer con poca amabilidad en una de las dos sillas que había ahí, después de asegurar sus esposas los guardias salieron de la habitación.

Y él lo supo, supo que quién estaba frente a él, sentada en esa silla, vistiendo esa estúpida bata blanca y viéndolo con atención era ella.

Minho sabía que sólo había una mesa que lo separaba de la persona que más odiaba.

Teresa.

Minho —le llamó — ¿puedes oírme?

Él se mantuvo en silencio, sin mirarla siquiera.

— Hay una niñita aquí, su nombre es Shaild — volvió a hablar ella —. Se infectó hace tres semanas, pero Minho, tú la vas a salvar — aseguró —. Y podrías salvar a muchos otros.

Silencio.

— Todo lo que estamos haciendo aquí funciona. ¿Lo entiendes? Por eso es tan importante.

Por cada palabra que él escuchaba, la flama de odio dentro suyo sólo crecía.

Ella se quedó unos segundos en silencio, esperando una palabra, al menos una mirada, pero no había ninguna reacción por parte del chico frente a ella.

Soltó un suspiro y  comenzó a ponerse de pie, dispuesta a irse. Ella esperaba en el fondo de su corazón que Minho entendiera, que se diera cuenta que lo que hacían con él era para un bien común, que en ocasiones había que sacrificarse para obtener un resultado. Y que está vez él era el sacrificio. Teresa pretendía que él lo entendiera y lo aceptará, que viera su dolor como un acto de heroísmo.

Que equivocada estaba.

—Sólo quería que lo supieras — dijo como despedida, mirándolo por última vez y dando la vuelta para salir de ahí.

Pero al dar el primer paso hacia la puerta, lo escuchó.

— Teresa — susurró Minho bajito, tan bajo que incluso ella pensó que lo imaginó.

Rápidamente dio la vuelta y se acercó a él.

— Minho — le llamó de nuevo y por fin él la miró.

Pero en su mirada sólo había cansancio. Cansancio y un odio profundo, un rencor inigualable.

Ella no lo notó y sin precaución alguna se acercó a él, casi poniendo sus rostros frente a frente, llamándolo de nuevo, esperando una respuesta.

Aunque está no vino en palabras.

— ¡Traidora! —gritó él de repente.

Y juntando todas sus fuerzas, se puso de pie, tomó a la chica por el cuello y  con tanta fuerza como las esposas lo permitieron comenzó a asotarla contra la mesa, una y otra vez.

𝗇𝗈 𝗍𝖾 𝗈𝗅𝗏𝗂𝖽𝖺𝗋𝖾́ [𝚗 𝚎 𝚠 𝚝]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora