Capítulo II

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Era un maldito sueño.

Cassandra lo sabía con certeza, pero el miedo que sentía era muy real porque era parte de un recuerdo, y era por eso que no podía despertar.

Corría sin rumbo fijo, esquivando ramas bajas y saltando troncos caídos, escuchando los gruñidos detrás de ella. Mirando a un lado, esperó encontrar a Alex corriendo a la par, pero no había nadie más y eso solo hizo que el pánico creciera en ella.

Descuidó el camino y tropezó con una raíz. Sintió el dolor en su cuerpo por la caída, sobre todo en su tobillo, pero no se detuvo a revisar antes de ponerse de pie y seguir la carrera.

Su corazón latía a gran velocidad, su respiración era agitada y redujo un poco la velocidad debido al dolor en su tobillo, resguardándose detrás de un tronco grueso.

Escuchaba el correr el agua del río que estaba a pocos metros y cerró los ojos, sintiendo la misma impotencia que sintió cuando tenía 12 años. Los gruñidos y pasos arrastrados sobre las hojas secas fueron más fuertes cuando los telquines llegaron cerca de su escondite.

—Está cerca —gruñó uno de ellos y Cass apretó los labios—. Puedo olerla.

—Búsquenla —ordenó otro y la semidiosa escuchó como se separaban. Eran 3 monstruos.

Puedes defenderte, pensó la castaña, apretando su collar con fuerza en la mano, ¿por qué no te estás defendiendo?

Lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos y Cassandra soltó una maldición en voz baja, que fue su gran error.

—Te escucho, semidiosa —gruñó uno de los monstruos con satisfacción, sus pasos estaban justo detrás de su escondite y Cassandra volvió a echar a correr.

No tienes 12 años, Cassandra, enfréntalos, se reprendió, escuchando el río más cerca de ella pero no podía cambiar de dirección. Sus piernas no respondían a su orden.

Cuando llegó a la orilla del río, el ambiente cambio. Ya no se escuchaban los gruñidos ni el sonido del chocar de las armas de los telquines, no estaba el sol en lo alto iluminando el bosque, las aves dejaron de cantar.

Solo escuchaba su respiración agitada y el agua correr frente a ella.

Cassandra giró en ese momento, sintiendo sus mejillas húmedas por las lágrimas, pero la expresión en su rostro era de profunda furia mientras apretaba la lanza en su mano.

—Fuiste tú —siseó furiosa y escuchó la risa seca de la otra noche. Ignoró el escalofrío que la recorrió mientras sus ojos se movían de un lado a otro, buscando al dueño de su pesadilla.

—Te dije que era el comienzo —dijo el ser con lentitud, como si saboreara cada palabra. Cassandra incluso sintió la satisfacción en su voz al ver su estado—. Y aún no has visto nada.

Savage | TW, PJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora