Capítulo VI

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El jeep se detuvo de golpe en la entrada a la reserva de Beacon Hills, seguido por la moto de Scott y el auto de donde bajaron Lydia, Isaac y Allison.

Cassandra bajó del jeep de un salto antes de colocarse a un lado de Stiles, esperando indicaciones mientras observaba a su alrededor con cautela.

—¿Alguien más siente que estamos haciendo más mal que bien? —preguntó Lydia, rompiendo el tenso silencio.

—Intentamos evitar que un padre mate a su propia hija —respondió Scott con tranquilidad.

—De hecho —Isaac corrigió como si nada, ignorando la mirada que Cassandra le estaba enviando para que no dijera nada y continuó—. Intentamos evitar que un hombre mate a un coyote, que de hecho es su hija, la cual no sabemos cómo transformar de coyote en humano, pero...

—Y, de nuevo, no nos ayudas —dijo Stiles con una falsa sonrisa y Scott suspiró antes de mirar a Allison.

—¿Lo trajiste? —preguntó Scott, a lo que la chica abrió el compartimiento, revelando un rifle que utilizarían para disparar el tranquilizante al coyote—. ¿Cass?

—Coloqué las trampas donde me dijiste —respondió la semidiosa con una ligera mueca. No era buena con ellas, pero esas fueron sencillas ya que estaban hechas para ser una distracción—. Cerca del auto y los alrededores. Y estas son las bombas que pediste… una será suficiente para aturdirla y poder atraparla.

Cassandra sacó una bolsita de cuero del bolsillo de su chaqueta, metiendo su mano y mostrando una pelota de pin pong. De color azul eléctrico parecía normal, pero si la observabas de cerca notarías ese pequeño orificio a un costado. Además del ligero aroma que picaba las narices de los hombres lobo.

Acónito.

Una pequeña cantidad era el plan B si el tiro de Allison no era certero.

—Basta con lanzarla y que caiga cerca de ella —explicó Cassie, dejándola caer en la mano del moreno casi con delicadeza—. El acónito desaparecerá en el aire de inmediato, así que podrás acercarte mientras ella… ya sabes.

Malia sufriría el efecto del veneno. A Cassie no le hacía muy feliz esa imagen y a los demás tampoco.

—Esperemos no recurrir a esto —dijo Scott con una mueca mientras guardaba la pelotita en su bolsillo.

Entonces un disparo se escuchó y Scott subió de inmediato a su motocicleta, alejándose.

—¡Espera, Scott! —exclamó Stiles pero fue ignorado y resopló viendo como los demás lo seguían—. Nunca me escuchan…

Savage | TW, PJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora