7. El aeropuerto.

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Los golpes al otro lado de la puerta de la habitación me hicieron reaccionar y pensar en las consecuencias de lo que acababa de hacer, pero aún no podía pensar coherentemente porque mi mente seguía procesando todo lo que había sentido dentro de las cuatro paredes de esa maldita cocina.

—¿Amor? ¿Hola? ¿Estás ahí? —Blake tocó la puerta cuando justo me estaba subiendo los pantalones.

Lo agradecí porque si no hubiera visto mis pegajosos muslos, sobre todo desde atrás, y ahora mismo no podía dejar que lo hiciera. No podía decirle lo que había pasado, no podía dejar que lo supiera.

Sacudiendo la cabeza para despejar la cara de relajación y satisfacción que tenía, me di unos ligeros golpes con las palmas de las manos en las mejillas. Necesitaba reaccionar al llamado de Blake.

—¡Ya salgo! —Conseguí decir pensando en que necesitaba una ducha urgente.

Otra ducha.

Eso lo haría una vez que estuviera en casa porque no iba a volver a ducharme aquí, ¿con qué excusa? ¿La de haber estado en la piscina? No, no iba a poner excusas para lo que había hecho.

Ya bastante había pasado en todo este fin de semana en esta casa y bastante acababa de hacer ahora mismo con mi suegro.

Necesitaba alejarme de este lugar y cuanto antes lo hiciera mejor.

Blake abrió la puerta y entró en la habitación cuando metí las manos por el hueco de las mangas de la camiseta y estaba a punto de ponérmela por la cabeza, pero no me dio tiempo.

Me miró de arriba abajo y yo pensé que lo sabía, que sabía lo que había hecho con su padre en la piscina y luego en la cocina, que sabía que había estado sentada sobre su padre, que sabía que los dedos de su padre me habían foll...

—¿Tenías ese bikini aquí? —Me señaló con un gesto desconcertado porque no me lo había puesto nunca y me miré de arriba abajo.

—No. —Me oí demasiado brusca, así que tuve que suavizar la voz. —No, tu padre me dijo que tu madre se lo había comprado, pero no le servía así que me lo dejó. —Él asintió comprendiendo y yo me puse la camiseta.

—Menos mal, porque es un poco... —Dejó en el aire.

—¿Un poco qué? —Pregunté sin entender.

—Nada, es solo que no entiendo porqué usas esos bikinis tan pequeños y no un traje de baño completo, amor. —Levanté una ceja.

—Los uso porque me da la gana. —Respondí simple y algo molesta por los comentarios que soltaba últimamente.

—Vale, parece que no te tranquilizaste lo suficiente. —Murmuró en un tono alto para que le pudiera escuchar.

Quise seguir respondiendo y discutiendo, pero se acercó a mí con el ceño fruncido y las manos a la cadera, lo que me hizo tragar con dureza y respirar con dificultad.

—¿Sigues estando tensa o qué pasa? —Fue a agarrarme de los hombros, pero me aparté y fui hasta el escritorio donde estaban mis cosas.

—Sí. —Dije con voz seca.

—¿No te sirvió de nada ir a la piscina? —Y recordé el momento.

Recordé estar sentada encima de su padre mientras me agarraba de los muslos como si le gustaran y los quisiera. Fue muy satisfactorio y reconfortante que hiciera eso porque mis muslos eran uno de mis mayores complejos.

Recordé ponerle crema solar, acariciar su pecho, abdomen y torso en general. Recordé cómo se había sentado él detrás de mí, sus susurros en mi oído, sus manos en mi espalda.

El padre de mi novio. [Versión 2022] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora