27. El plan.

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Cuando la alarma sonó en el teléfono de Ian todavía era de madrugada y apenas había dormido unas pocas horas, pero aún así se sentó en la cama apagándola y miró hacia arriba sin disimulo alguno, solo para darse cuenta de que la luz de la cámara de seguridad estaba apagada.

Suspiró profundamente de alivio levantándose del todo, cerró el puño y contuvo hacer un gesto de triunfo, pero sabía que eso era momentáneo, que no había ganado nada más que una sola de las batallas de la guerra que estaba librando contra su hijastro.

Fue hasta la habitación de Kay pensando que no iba a llamarla ni escribirle como había pensado en un primer momento. ¿Para qué hacerlo si ahora nadie los estaba viendo ni espiando?

Ella estaba durmiendo aún, como era lógico a esas horas de la madrugada, pero se metió en su cama de igual manera.

La despertó con unos suaves besos repartidos por su cara y cuello, con unos mimos y suaves caricias en el cuerpo mientras le decía que esa parte del plan había funcionado, que nadie los estaba viendo ni escuchando.

No hubo nada de sexo esa noche, pero tampoco querían. Solo querían dormir juntos; ser tiernos, románticos, amorosos. Estar enamorados. Querían quererse como si el resto del mundo no existiera, como si solo fueran ellos dos.

Además, ya habían tenido bastante en aquel lago por la tarde y Kay seguía bastante dolorida de la espalda.

Por la mañana, sobre las diez, amanecieron juntos, justo como habían pensado que pasaría antes de venir de vacaciones. Se quisieron, se besaron unos minutos más que parecían no querer avanzar en el reloj, pero otra alarma en el teléfono de Ian interrumpió su momento.

Hora de levantarse.

Ambos salieron de la habitación. Ian agarró a Kay de la cintura, suavemente la apoyó en la pared del pasillo y la besó de nuevo. Ella se dejó y le correspondió sosteniéndose de él, de su cuello, de sus hombros, de su camiseta, acercándolo más hasta que no había espacio entre sus cuerpos.

Se mordían juguetonamente entre risas, se hacían cosquillas, se acariciaban por fuera y por dentro de la ropa. Sus dos abiertas sonrisas se mantuvieron pegadas cuando dejaron de besarse para solo sonreírse, como si fueran dos adolescentes recién enamorados.

Terminaron de bajar las escaleras despacio para ir a desayunar agarrados de la mano. Kay decidió que sería ella la que lo prepararía, ya que estos días había sido Ian, pero no tenían electricidad y no funcionaba ningún electrodoméstico, así que no pudo hacer mucho: un bol con fruta recién cortada.

—¿Qué vamos a hacer ahora, cariño? —Preguntó con algo de temblor en la voz frente a la encimera de la cocina. Él suspiró profundamente.

—Voy a tener que subir las palancas de la luz otra vez. No podemos tardar mucho o Blake sospechará que fui yo quien lo hizo a propósito y será peor. —Habló abrazándola desde atrás.

—¿Y no podemos esperar un poco más? —Ella se dio la vuelta. —¿Al menos hasta acabar de desayunar? ¿Mhm? ¿Porfi, porfi? —Le suplicó con una cara tierna acercándose a su boca. Él sonrió.

—Si me lo pides así, preciosa mía, no puedo negarme. —Ambos rieron con complicidad en un susurro.

Fueron hasta el sofá con el bol y dos vasos de jugo de naranja. Kay, con mucho cuidado por su espalda, se sentó en el regazo de Ian, a horcajadas, y ambos se desayunaron dándose la fruta en la boca del otro, entre más besos, ligeras mordidas, juegos, comentarios y risas cómplices.

Cuando terminaron de desayunar, supieron que su momento también había llegado a su fin, así que mientras ella iba a lavar los vasos y el bol en el fregadero de la cocina, él fue hasta la puerta para subir las palancas de la luz.

El padre de mi novio. [Versión 2022] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora