13. La oficina.

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Frente a mí se alzaba un enorme edificio acristalado. Parecía que estaba hecho de espejos por fuera, pues reflejaba toda la ciudad y el cielo con una definición casi perfecta, pero sabía que eran ventanas porque había alguna que otra abierta.

Todo esto me hizo pensar que no tenía ni idea en qué trabajaba Ian y recordé, una vez más, que no nos conocíamos, pero quería hacerlo. Quería saber de qué trabajaba, si todo esto lo había conseguido él solo, si era algún negocio familiar o si era su sueño... Quería saber cosas sobre él.

Tenía una curiosidad que no debía sentir.

Respiré profundamente y me bajé de la moto, que la había aparcado en la acera frente a la puerta de la entrada, y guardé la mochila más el casco en la parte trasera del vehículo.

Guardé las llaves y el teléfono en los bolsillos de la chaqueta, después de haberle puesto el candado a la rueda trasera, y comencé a caminar hacia el inmenso rascacielos.

Me había llevado 5 minutos justos en llegar así que no podía "castigarme", como me había dicho, porque había llegado a tiempo, aunque sí que quería recibir ese castigo de todas maneras.

Levanté la cabeza y vi que el edificio se alzaba delante de mí pero, detrás de éste, el cielo anaranjado del atardecer se hacía presente, también reflejándose en él desde varios ángulos.

Era una estampa muy bonita y no podía dejar pasar la oportunidad así que, antes de entrar, volví sobre mis pasos para sacar la cámara réflex, que me había regalado el padre de Abby igual que a ella cuando nos graduamos de la academia, e inmortalizar el momento.

Después de haber conseguido una buena instantánea, volví a guardarla dentro de la mochila y, a su vez, dentro del maletero de la moto. Esta parte de la ciudad no era como el barrio ni de cerca, así que no me daba miedo dejar la cámara ahí.

Ahora sí, entré al edificio después de que los guardias de la entrada me dieran unas miradas de arriba abajo. Suponía que no era común que alguien como yo estuviera aquí, pero no me dijeron nada más que un "buenas noches" que devolví con educación.

Por dentro, el edificio parecía estar sacado de una revista de decoración de interiores de gama muy alta. Todo estaba decorado en tonos blancos, grises, negros y ciertos matices de azul.

Se veía muy moderno y limpio.

Me acerqué al mostrador de información mientras miraba todo alrededor, aún impresionada de lo que estaba viendo, donde había una mujer. Supuse que era operada porque esos labios no se veían muy naturales pero, ¿quién era yo para juzgar?

Tenía un chicle en la boca, el cual masticaba con la boca abierta y haciendo ruido. Me dio un poco de asco, la verdad, y, por el cristal que tenía detrás, se veía el reflejo de que estaba jugando al solitario en el ordenador.

En vista de que ignoraba mi presencia, decidí aclararme la garganta con algo de ruido para hacerme notar. Ella me miró con cara de repugnancia de arriba a abajo; tenía el labio levantado y el ceño fruncido.

Sabía que era porque iba "muy casual y humilde" para venir a un sitio con este calibre pues, aunque me había arreglado la coleta, aún llevaba la chaqueta cerrada del uniforme, la falda y las botas.

Acababa de salir de trabajar y no me había podido cambiar, solo me había aseado en el baño y me había puesto algo de perfume que Abby tenía en el bolso, pero esta mujer tampoco era quien para juzgarme a mí.

—Lo siento, no damos limosnas. —Dijo con un tono nada amigable y volvió a mirar su ordenador.

"¿Qué coño acaba de decir?", pensé frunciendo el ceño y volví a carraspear para volver a llamar su atención.

El padre de mi novio. [Versión 2022] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora