26. Las cámaras.

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El camino de vuelta fue más calmado y silencioso que el de ida, sobre todo por esa molestia que Kay tenía en la espalda y que no la dejaba caminar bien.

De hecho, Ian la cargó en brazos durante unos kilómetros, los suficientes para volver a dejarla en el suelo antes de llegar, pero aún les quedaba algo de camino por recorrer.

De cualquier manera, no podían llegar así a la cabaña...

¿O sí?

Kay se detuvo en medio del camino cuando faltaba muy poco para llegar, pero no podía dar un paso más por esa molestia que tenía.

Se llevaba constantemente la mano a la parte baja de su espalda, paraba su paso momentáneamente y estiraba su cuerpo hacia arriba para arquearse un poco, como si estuviera desperezándose, para intentar calmar esas constantes punzadas.

Sentía un intenso dolor muy fuerte en sus lumbares, sobre todo en la parte derecha, y supo que se había hecho mucho daño por haber hecho lo que hicieron encima de aquella maldita piedra de la orilla del lago.

Ian la miró cuando la vio llevar la mano a la zona con un gesto dolorido en el rostro y la volvió a cargar en brazos sin preguntar ni avisar porque sabía todo lo que le estaba costando caminar. No quería que siguiera haciéndose más daño.

Él tenía la mochila grande puesta a los hombros, Kay cargada en los brazos y la mochila de fotografía encima de ella, quien la tenía puesta del revés para no tener que cargar ese peso en la espalda.

—No podemos llegar así... —Empezó ella con un murmullo, pero se aferró más del cuello de Ian.

—Te has hecho daño y te estoy ayudando, nada más. A cualquiera le podía haber pasado. —Se excusó él.

—Pero las cámaras... —Ian la interrumpió.

—Me da igual, preciosa. Solo te estoy ayudando, no hay nada de malo. Blake no tiene porqué saber el motivo. —Él intentaba quitarle importancia.

—Conociéndolo sabes que montará un espectáculo si ve que llegamos a la cabaña así. —Ian se encogió de hombros.

—No puede hacerlo. Se supone que no sabemos que hay cámaras y que él nos está viendo, ¿no? No puede montar un espectáculo porque entonces nos estaría haciendo saber que nos ha estado espiando. Ilegalmente, claro. —Kay asintió despacio.

—¿Y si quitas la electricidad de la cabaña? —Ella preguntó. —Tal vez así se apaguen las cámaras y podamos tener unos momentos a solas o... —Su voz fue perdiendo fuerza porque no sabía si eso funcionaba así.

—Ya lo he pensado, pero entonces nos quedaríamos sin electrodomésticos, sin agua caliente y sin Internet. —Le explicó.

—¿Por mucho tiempo? —Volvió a preguntar ella con algo de esperanza.

—No lo sé. La comida y el agua caliente no es un problema que me preocupe mucho, la verdad. Lo único que sí sé a ciencia cierta es que las cámaras tienen una batería incorporada para este tipo de situaciones. Por si de repente se va la luz que puedan seguir funcionando. Cuestiones de seguridad. —Siguió explicando y Kay asintió entendiendo.

—Si, pero no serán eternas, ¿no? —Ian detuvo su paso y la miró. —Digo, no entiendo bien de todo esto, pero esas baterías se acabarán en algún momento. —Él pensó que tenía razón.

—Mierda, había estado tan pendiente de otras cosas que no lo había pensado... —Murmuró algo molesto consigo mismo.

—Además, hoy en día no se necesita Wi-Fi para tener Internet en el teléfono. Puedes trabajar desde ahí aunque sea unas horas, un día tal vez... O... Bueno, no sé si... —Ella volvió a dejar la frase en el aire sin saber qué más decir. No quería meterse con el trabajo de Ian ni mucho menos con sus proyectos profesionales.

El padre de mi novio. [Versión 2022] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora