14. Las consecuencias.

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Miré al techo del despacho con la respiración normalizada, algo más tranquila, mientras pasaba una pierna sobre la otra para cerrarlas y miré a la izquierda, donde Ian estaba igual que yo; sentado en el borde del escritorio y acostado hacia atrás.

Él me devolvió la mirada y acarició mi mejilla con el dorso de la mano, despacio, suave, con cierto cariño que me hizo cerrar los ojos para disfrutar de la tranquilidad que me estaba proporcionando esa dulce caricia.

Era un enorme contraste después de lo que habíamos hecho unos minutos atrás.

Mi corazón comenzó a palpitar desbocado, mi estómago empezó a sentir unas cosquillas tan agradables que me fue imposible no sonreír abiertamente a la vez que sentí una presión en el pecho, que me hizo suspirar, y sentí mis mejillas sonrojándose.

Abrí los ojos despacio. Ian tenía la misma sonrisa que yo, me miraba con unos ojos tiernos y su mano seguía en mi mejilla, acariciándola con el pulgar, hasta que me di cuenta de que en realidad estaba limpiando una lágrima que había escapado de mi ojo.

No quería estropear el momento. No quería pensar en lo que estaba sintiendo, en lo que estaba pasando, en lo que acababa de pasar, en que estaba mal. Incorrecto. Erróneo. Equivocado. Ilícito.

Prohibido.

Saqué fuerzas de donde no las tenía, me levanté del escritorio y me quedé sentada en el borde de este, apoyando las manos a mis lados para poder inclinarme un poco hacia adelante mientras pensaba en todo y nada a la vez.

En todo lo que estaba pasando y en nada de lo que debía pasar.

Por la esquina de mi ojo vi a Ian imitar mi posición, pero él sí se levantó del todo y no se quedó sentado. Bajo mi perdida mirada de mente vacía, se puso el bóxer, el pantalón de vestir, calcetines y zapatos.

Me gustó esa imagen de él vistiéndose porque me pareció de lo más tierno y adorable ver un ligero rubor en sus mejillas porque lo estaba mirando. Ver ese rubor volvió a producir hormigueo en mi estómago y suspiré profundamente.

Agaché la cabeza y negué con ella. No podía ser así. Esto no era lo que habíamos acordado ni lo que tenía que pasar porque dijimos que se lo contaríamos a Blake primero, pero fuimos tan sinvergüenzas de tener sexo aún con él al otro lado del teléfono.

No sabía lo que le había dicho ni lo que me había dicho. No sabía si la conversación había sido corta o larga. No sabía el tono de voz que habíamos usado, no sabía si estaba enfadado, si estaba preocupado, si me iba a contar alguna buena noticia o una mala, si pensó que estaba haciendo otra cosa o si él sabía lo que había pasado.

Nada.

No recordaba nada, no podía recordar nada. Era como si hubiera estado tan borracha de estar al borde de un coma etílico. Me sentía igual, desorientada y algo confusa al intentar pensar la conversación que había tenido con Blake.

Mi mente había estado en una fase de relajación y excitación tan contradictoria y tan placentera que no podía recordar otra cosa que no fuera los orgasmos que había tenido, la manera en que los había obtenido y quien los había producido.

Ian se acercó a mí y me levantó la cabeza con los dedos. En su otra mano tenía mi ropa y la fui a agarrar, pero él estiró la mano hacia atrás sin dejarme. Con la cabeza, me hizo un gesto y me levanté con cierta duda.

Me dejó ponerme la ropa interior yo sola, aunque fue él quien abrochó el sujetador en mi espalda y quien terminó de subir la parte inferior por mis muslos mientras me acariciaba las piernas.

También dejó tiernos besos en mi abdomen, al revés que los otros que había dejado anteriormente, los cuales me hacían reír en voz baja por las cosquillas que me producían y él se sumaba a la risa producida por escucharme a mí.

El padre de mi novio. [Versión 2022] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora