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Cuando queremos dar un paso a un lado para caminar hacia el presente, entonces debemos aprender a dejar el pasado, saber cómo encontrar una forma para afrontarlo. Pero cuando aún mantienes en tu corazón restos de las memorias más dolorosas, aquel sentimiento de culpa no te deja avanzar. Eso es lo que le pasaba a Minho, quien apenas había llegado de aquella parada a casa, sus lágrimas cayeron sin compasión, encerrándose en su cuarto sin ninguna interrupción, sin ni siquiera alguien que lo abrazase con la misma intensidad que lo hacía su pequeño. ¿Por qué era tan doloroso? Por más que trataba, jamás lo olvidaba. Jamás dejaba de recordar esos ojos que fueron vistos por última vez con una clara sonrisa en sus labios.
En verdad como lo ansiaba. Como lo extrañaba. El día de su muerte fue como si hubiese muerto junto a él.
Aún puede recordarlo.
[...]
Seis años atrás, todo había sido más que risas en aquella casa que había compartido con su madre, mientras que siempre llegaba a irrumpir en su gran estancia ese pequeño chico de lindos ojos al cual Minho había entregado su corazón desde el primer instante que lo conoció. Ese era Jeongin, el niño más lindo que había resultado convertirse en su enamorado en base a una simple pregunta en el que ambos compartían la respuesta. Porque sí, ninguno había dudado en decir que sí la primera vez que se preguntaron si deseaban ser enamorados a la misma vez. Porque al fin y al cabo, siempre lo habían esperado. Después de todo, estaban profundamente enamorados.
— Hey Innie, ¿Qué haces acá? —preguntó el mayor al verlo entrar con una sonrisa mientras su madre ayudaba al pequeño a sacar su mochila— madre, no debes acostumbrarlo. Se volverá perezoso.
El menor al escucharlo sólo bufó rodando los ojos mientras la señora Lee sólo reía al verlos. Ambos muy a pesar de actuar de esa manera no dudaban estar a los segundos, al lado del otro, dándose amor de la manera que ellos sabían, muy a pesar de no saberlo expresar correctamente. Porque ambos eran ese tipo de persona que no podían decir claramente las cosas que sienten, pero saben expresarlo a través de actos y sin decir ni una sola palabra.
Jeongin: Oh vamos Min, no seas gruñón —susurró con una sonrisa a su lado luego de haber caminado hasta abrazarlo por detrás mientras el mayor lavaba los platos gracias a las insistencias de su madre— la señora Lee es un ángel, sólo me estaba ayudando. ¿Por qué no eres como ella eh? —rió bajo apegándose a su cuello de manera tierna
Minho: Soy tu enamorado, ¿No te basta con ello pequeño? —suspiró tomando una expresión dolida pero seria mientras refregaba los platos y los dejaba escurrir con el agua
Jeongin: Me basta y me sobra
Sonrió, sin darse cuenta como la madre del mayor desaparecía por las escaleras para dejarlos solos en un ambiente cálido que solo el pequeño Yang podía dar a su pequeño hijo. Mientras tanto, en la parte de abajo, ambos chicos se encontraban jugando en un segundo con la espuma de lo que habían estado lavando, sonriendo, perdiéndose en el tiempo mientras sonreían y se escondían entre un lindo recuerdo. Un pequeño recuerdo que quedaría grabado en el corazón de ambos.