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4 meses antes del incidente
Han Jisung siempre había sido la tercera rueda de la relación entre Yang Jeongin y Lee Minho, viéndolos feliz, viendo esa hermosa sensación en los corazones de ambos chicos. Siempre detrás, viéndolos tomarse de la mano, viéndolos voltear y sonreírle de una manera actuada frente a sus ojos. Más Jisung siempre supo que algo no le agradaba, y más adelante lo comprendió. En todo ese tiempo, se había enamorado del mayor. De esos momentos en los recesos. De esas tardes de cine que éste tenía con su persona. Siempre tan tranquilos, haciendo de esas tardes tan suyas. Porque a pesar de ser el chico alegre de siempre, también había lados malos. Uno de ellos, las lágrimas que siempre derramaba en cada habitación de hotel al dejar ir al mayor con cualquier chico para olvidarse de éste. Cada vez que toleraba pasar un día al lado de aquellos dos chicos, cada vez que caminaban por los centros de compra. Cada vez que se quedaban a dormir con él. ¿Por qué tenían que sacarle en cara que jamás iban a dejar de amarse? Jisung solía pensar en ello y un día llegó a su límite.
— ¿Hyung?
Preguntó el de mejillas abultadas a aquel chico gatuno, mientras éste sólo solía mirar por aquella azotea a lo que había alrededor. Nunca supo porque lo hacía, más en ese entonces la hermosa vista que tenía desde su perspectiva era lo único que le llegaba a importar.
Minho: ¿Pasa algo Jisung?
El menor asintió acercándose a éste, casi a horcadillas con las mejillas rojas por el nerviosismo. Sabía muy bien que no era una buena lo que iba a hacer, más no supo las consecuencias hasta que se dio.
— Por favor, no te alejes —pidió con una voz tímida, volteando a ver al mayor, mientras éste centraba su mirada en él— sé que esto sonará mal. Sé que no querrás verme. Pero me gustas Hyung. Me gustas más de lo que puedo imaginar. Me gustas Hyung.
Murmuró, tratando de acercarse a sus labios, más ese día no pude decir nada más, porque el mayor lo había detenido, con un "lo siento", levantándose de golpe, mientras desaparecía ante sus ojos.
— …
Su corazón no podía doler más ese minuto. No podía dejar de doler. Sus ojos empezaron a doler, sus sentidos agudizarse más, mientras sus ojos dejaban brotar pequeñas lágrimas y sus nudillos ensangrentados al golpear fuertemente la pared frente a él, sentían la sangre caer por su piel.
¿Por qué Minho nunca podría amarlo?
¿Por qué no se había atrevido a decir primero sus sentimientos? ¿Por qué tuvo que darse cuenta de aquel amor mucho antes de que aquel pequeño se instale en la vida del mayor?
— Soy un tonto —murmuró, dejando caer sus manos al lado de sus piernas, mientras ocultaban sus ojos en aquel pantalón que ahora ocultaba leve marcas de las lágrimas que estaban aún en sus párpados— no debí confesarme. No debí decirle nada
