CAPITULO IV

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Tal vez había sido una ilusión, tal vez una alteración en su cerebro, pero había creído haber escuchado esa hermosa voz tocar sus oídos levemente

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Tal vez había sido una ilusión, tal vez una alteración en su cerebro, pero había creído haber escuchado esa hermosa voz tocar sus oídos levemente. Pero todo había quedado ahí, sintiéndose nuevamente solo, mientras a lo lejos aquel ángel lo observaba salir con penumbras del baño, cerrando la puerta ante sus ojos, quedándose con ese sentimiento de dolor al igual que su pobre humano. Ninguno de los dos podía dejar de sentir esa sensación. Ese sentimiento de tristeza en sus corazones. 

— Hijo, ¿Estás bien?

Preguntó al verlo salir la madre del mayor, tomando entre sus manos el rostro de su hijo, viendo aquellas manchas de sangre en su rostro. Entonces se preocupó, pegándole con sus brazos a su cuello, con fuerza, con tristeza, preocupado de que su hijo siga de esa manera. No lo entendía. Había pasado tanto, pero aún así Minho no podía olvidar a esa persona. Lo había amado tanto que el recuerdo aún lo perseguía. Y aquello era una carga más en sus hombros, algo que no lo dejaba seguir. Por lo que esto le preocupaba más a la señora, porque sabía que a ese ritmo aquel recuerdo podía llevar consigo a su hijo, y eso no era lo que deseaba. No era lo que quería para él. No quería perderlo.

— Mi pobre Minho, mi pobre hijo —murmuró escuchando los sollozos de éste a medida que se aferraba a la ropa de su madre— sé que duele pequeño, sé que lo extrañas. Pero debes ser fuerte

Fuerte

Minho deseaba serlo pero no podía. En vez de ello sólo era débil, era una persona que caía a cada segundo. Hace mucho tal vez podía creer serlo, dando importancia a lo más relevante de su vida. Pero todo aquello que parecía servirle, se había derrumbado al conocerlo. Porque en ese segundo conoció el amor y a la vez el temor. El temor de perderlo.

— ¿Qué tal si vamos por agua, si? 

Preguntó con una voz suave y delicada, brindándole una sonrisa, antes de dejar un beso en la frente de este, en el momento que se alejó. 

— vamos hijo, tienes que recordarlo con una sonrisa —limpió la lágrimas con sangre que caían de éste, con la punta de su puño, observando cómo su hijo no respondía a nada y se mantenía en silencio— al menos hay que hidratarse, ¿Sí? No quiero perderte a ti también. No dejes que esa luz en tus ojos se apague. Eres mi único hijo, no te quiero perder a ti Minho

Susurró con una sonrisa, viéndolo lentamente levantar esa mirada suya, antes de asentir. 

Por su parte, ante esa escena, Jeongin caminó lentamente sobre la puerta, traspasándola, viendo desde una nueva perspectiva esa tierna sonrisa de la mujer al lado del chico con mirada triste. Y en un segundo pudo sentirlo cómo extraño. En un segundo pudo ver dos imágenes fallando frente a sus ojos, como si aquella imagen la hubiera visto antes, pero no sabía porqué se sentía así. Porque parecía querer recordar algo.

¿Qué era lo que estaba olvidando?

En ese instante como si sus pensamientos fueran escuchados, la sala empezó a fallar, a apagarse dejándolo en medio de un lugar totalmente blanco, como si su realidad hubiese desaparecido, mientras que antes sus ojos asomaban una nueva, una que nunca había visto, apareciendo en medio de un lugar totalmente distinto. Parecía una escuela vieja, parecía un tipo de sitio al cual nadie había habitado hace mucho. Pero aún así empezó a recorrerla.

EX | MINJEONG | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora