Si siempre vas con la vista fija en un punto determinado, nunca serás capaz de ver más allá; de ver a quien en realidad te está mirando.
Asta no entendió, al despertarse, por qué había soñado justamente con esas palabras ni tampoco por qué en ese preciso momento.
Hacía unos seis meses de su última visita a la aldea de Hage y también de su último encuentro con la Hermana Lily, que no podría haber sido más incómodo. En el anterior, en el que fue sin compañía alguna, había decidido ser honesto al cien por cien con sus sentimientos. Ya tenía diecinueve años y quería hablarle de forma clara y contundente, quería que lo tomara en serio. Por eso, ya sin bromas, sin proposiciones absurdas ni gritos emocionados, le confesó a la monja todo lo que pensaba y sentía por ella; de una forma muy calmada y sosegada además, como jamás pensó que podría llegar a hacer.
Lily, siendo lo más comprensiva posible, lo volvió a rechazar. Y esta vez, Asta bien sabía que ella quería que cortase esas actitudes de raíz de una vez por todas. Desde ese día, solo había vuelto a ir en una ocasión acompañado por Noelle, que al principio se había mostrado un poco distante, pero que después se pasó toda la tarde con los niños de la iglesia.
Y efectivamente, aquellas palabras tan enigmáticas fueron las que la Hermana Lily le soltó mientras él la miraba jugando con los chicos. ¿A quién se refería exactamente? ¿Quién lo estaba mirando precisamente a él?
Cuando consiguió enfocar la vista completamente, fijó sus ojos en su mano. Todavía seguía pegada a la de Noelle. La apartó para no molestarla. Ella dormía, pero sabía que no llevaba muchas horas haciéndolo. Tenía la cara ligeramente enrojecida, los ojos hinchados y los restos de los surcos de las lágrimas aún se notaban en su rostro. Probablemente, la incertidumbre de no saber qué futuro le depararía a su hermano no la había dejado descansar, así que el chico decidió levantarse de la cama e irse despacio, haciendo el mínimo ruido posible.
Él no se quedaba atrás; la noche había sido complicada sin duda alguna y el conciliar el sueño aún más. Las pocas horas que había dormido habían estado llenas de sueños extraños, de los que no recordaba nada más que las malditas palabras sobre el enfoque que sus sentimientos debían tomar. Seguía sin entender nada.
Antes de salir de la habitación, se quedó observando a Noelle unos instantes. Se había dado la vuelta después de fruncir el ceño y proferir un ligero quejido al sentir que se quedaba sola en la cama. Asta sonrió. Tenía una expresión bastante graciosa mientras dormía y se sentía algo extraño por haber sido capaz de poder verlo directamente, pero ese hecho también lo reconfortaba.
Era todo muy confuso, en realidad. Se sentía un poco perdido, porque Noelle le importaba muchísimo —y estaba convencido de que él a ella también—, pero no lograba comprender los motivos que la habían alejado de la orden que la vio nacer y crecer como guerrera.
Podía entender que quisiera tener un acercamiento con sus hermanos, con sus raíces. Pero ¿irse de esa forma tan repentina y mostrar un cambio de actitud tan radical? Tal vez debería hablar con ella, no con sutilezas o intentando dar rodeos, sino con la verdad. Preguntándole directamente cuál eran las razones por las que abandonó los Toros Negros.
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Malditos
FanfictionTras un ataque ocurrido en una misión conjunta entre Charlotte y Yami, la Capitana de las Rosas Azules no volverá a ser la misma. Yami tendrá que encontrar la forma de aproximarse otra vez a ella mientras una nueva amenaza se cierne sobre el Reino d...