Capítulo 12. Contacto

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La mirada de Noelle se quedó un breve instante posada sobre la espalda de Asta, que se alejaba a paso ligero de la orden a la que pertenecía ahora.

Aquella parte de su fisionomía había cambiado con el tiempo; era mucho más ancha que cuando lo conoció, se le hacía más inaccesible desde hacía años también. Había crecido algunos centímetros, pero lógicamente, ella también, así que la diferencia de altura seguía siendo exactamente la misma que cuando ambos eran unos novatos recién admitidos en los Toros Negros.

Recordaba que, en algunas conversaciones con las chicas de la orden, ellas siempre habían declarado que les gustaban los hombres que fueran altos, pero a ella eso le daba igual. Porque pensando en la sonrisa pura de Asta, en sus ojos verdes y en la forma en la que hacía sentir a los demás, llegaba a la conclusión de que no necesitaba que le sacara un par de centímetros para que le gustara más.

Suspiró brevemente y después negó con la cabeza. ¿Qué hacía pensando en esas trivialidades? El reino estaba en peligro, todo se estaba desmoronando y mientras, ella no paraba de darle vueltas a sus posibilidades con Asta, a sus más que evidentes avances y, por supuesto, también a sus inseguridades.

El cambio del chico no estaba siendo de la noche a la mañana, pero no podía evitar sentir que aquello no era real. ¿Y si simplemente Asta llegaba a la conclusión de que realmente no la amaba? Estaba esperando su respuesta y aceptaría la que fuera, pero era inevitable sentir una especie de nudo en la garganta cada vez que se imaginaba el escenario en el que el vicecapitán de los Toros Negros la rechazaba.

Se dio la vuelta y entró a la base. No quería seguir pensando en esos asuntos, así que decidió que iría a darle su informe a su hermano Nozel. Previsiblemente, el Capitán Yami había contactado con él para contarle sobre su misión de rescate inesperada, pero quería ser ella quien le hablara sobre todos los detalles.

Sin embargo, mientras deambulaba por uno de los interminables pasillos de la base de las Águilas Plateadas, escuchó una voz llamándola. Se detuvo y se dio la vuelta, posando después sus ojos en la figura femenina de su hermana, que la miraba con una actitud algo seria.

—Nebra —dijo con tono afable, a modo de saludo.

—No has pasado la noche aquí.

—No, es que...

—¿Te estás acostando con ese chico? —preguntó sin rodeos.

Nebra no se caracterizaba demasiado por ser prudente, así que, una vez más, no lo fue. En los últimos meses, su relación con su hermana pequeña estaba menos enrarecida, pero seguía no siendo propia de dos personas que están unidas por la sangre y que se han criado juntas. Quería, en cierto modo, intentar cambiarlo.

Le había resultado curioso verla abrazándose con ese chico, el actual vicecapitán de los Toros Negros, y podría haberse quedado en algo anecdótico, pero que hubiese pasado la noche fuera, que él la acompañara hasta la base y que compartieran ese momento de afecto e intimidad había hecho que la pregunta saliera inmediata e inevitablemente de sus labios.

Noelle, en consecuencia, se sonrojó completa. Compuso una mueca llena de bochorno e incredulidad y negó rápidamente con un gesto de sus manos.

—¡Cl-claro que no!

—Pero habéis pasado la noche juntos.

—¡Sí, pero porque estábamos en una misión! —explicó Noelle gritando, presa aún de la vergüenza.

Nebra se llevó la mano hacia la barbilla y esbozó una sonrisa sardónica. Podría ser que su hermana estuviese diciendo la verdad —le daba un poco igual indagar en el tema—, pero lo que sí estaba claro era que a ella le gustaba el chico... o, al menos, le llamaba la atención. La gente no suele tener esa clase de reacción si no hay sentimientos de por medio.

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