Capitulo 1

435 40 6
                                    

Escuché a la sirena sonar y me adentre a la habitación. Encendí las luces y observé a todos mis subalternos dormir plácidamente.

-Contaré hasta cinco, quiero verlos a todos a un lado de sus camas.- grité. Era divertido verlos prácticamente tirarse de sus colchones.- uno... dos... -conté en alto mientras caminaba entre las camas.- tres... sigo viendo gente acostada, recuerden que cada incumplimiento conlleva un castigo.- aclaré.

-¡Atención!- gritó uno de ellos y le miré. Un novato con conocimientos, de seguro era hijo de alguien. Varios de ellos despertaban a los que tenían el sueño más profundo.

-Cuatro... cinco.- llegué al fondo de la habitación y observé la blanca pared con la esperanza de que al voltearme todos estuvieran posicionados.

-Martínez...-escuché a alguien decir y entonces me volteé.

Recorrí el lugar y me di cuenta que en una de las camas había una persona durmiendo. Me acerqué bajo la atenta mirada de toda la unidad.

-Buenos días bella durmiente.- dije divertido. La chica se cubrió con su manta hasta la cabeza.- ¿Ella es Martínez?- le pregunté a otra chica que tenía al lado. La misma asintió lentamente, con miedo.- Martínez... es hora de levantarse.- dije suave cerca de lo que suponía era su oído.

-¿Qué hora es?- preguntó desde abajo de la manta.

-Son las cinco de la mañana.- respondí tranquilo.- El buffet abrirá en breve.

-¿En serio?- volvió a hablar sin destaparse. Tomé uno de los extremos de la manta y tiré de ella logrando destaparla completamente. Me miró con terror y se levantó de su lugar más que rápido.

-¿Has dormido bien? -pregunté acercándome, ella asintió.- que bueno porque has tenido la buena suerte de ser la primer castigada de la unidad y como he dicho antes... ¿Qué he dicho antes?- cuestioné en alto.

-Cada incumplimiento conlleva su castigo, señor.- repitieron todos.

-Y has incumplido la regla de levantarte en hora, así que te quiero en la pista de entrenamiento en quince minutos.- ella asintió, podía ver como aún seguía asustada.- acomoden sus camas, que todo esté excelente para cuando vuelva.- caminé hacia la salida y sonreí al recordar la cara de la pobre novata. Siempre había uno que no podía levantarse temprano, a ellos les costaba el doble entrenarse.

-¿Ya están levantados?- preguntó mi compañero.

-Si y ya tengo al primer novato para hacer sufrir.- sonreí maliciosamente mientras se me ocurrían miles de formas de castigo.

-¿Apellido?

-Martínez, hazte cargo de los demás.

-Lo tendré en cuenta.- Mario siguió por su camino y yo me dirigí hacia la pista de entrenamiento. Observé el lugar durante varios minutos, esto me traía recuerdos.

Había caminado miles de veces por aquí, había sufrido, me había esforzado al máximo, aprendí lo que era el compañerismo, había superado casi todas mis metas y muchísimas cosas más que vengo aprendiendo desde hace años.

-Sargento.- me volteé para corroborar que había sido Martínez quien habló y la vi en posición firme.

-Tu mano va más arriba, estas saludando no tapando tu vista del sol.

-Disculpe, señor.- acomodó su mano y me acerqué a ella.

-Ha sido el primer y último día que te levantas tarde.- comencé- aprenderás claramente cuál es la hora correcta para estar parada al costado de tu cama.- Ella tragó saliva, pude sentirla.- ¿Cuál es la hora?

-Cero quinientas, señor.

-Cero quinientas...-repetí divertido.- entonces serán quinientas vueltas a la pista. Si es necesario pasarnos todo el día aquí entonces lo haremos.- trato de mirarme de mala forma pero respetó la jerarquía.

-Es imposible que una persona corra quinientas veces esta pista, señor.- respondió sin que lo esperara.- Con todo respeto, ni siquiera usted podría.

-Pues te acompañaré.- me acerqué aún más, podía sentir su respiración.- y si te cansas antes que yo, te encargas de ordenar las camas de toda tu unidad, mañana.- siguió mirando al frente, espere algún gesto o que se relaje pero no fue así, se mantuvo firme. Era interesante.

-Permiso para comenzar, señor.- la voz no le tembló en ningún momento.

-Comience.- ordené y ella se movió rápidamente. La observe prepararse, calentó sus músculos, respiró profundo y comenzó a correr. Hice lo mismo para precalentar y corrí tras ella, en poco tiempo la alcancé y me acoplé a su rapidez. Corría despacio, era una estrategia para no gastar muchas energías de un momento a otro.

Aceleré un poco más, si era tan orgullosa como comenzaba a creer que era entonces no permitiría que la deje atrás. Moví mi vista a un lado y efectivamente allí estaba, a la misma velocidad. Sonreí levemente, cuanto más la presionara, más se cansaría.

Sabía que no íbamos a poder hacer las quinientas vueltas, era imposible. Lo que me sorprendía era que ella me había respondido y hasta puedo asegurar que también se había burlado de mí, en una sola oración. Nadie se había atrevido a eso antes, ni el soldado más agresivo de todos, mucho menos un principiante.

-¿Está cansada, soldado?- pregunté sonriente mientras avanzaba más rápido, íbamos unas cinco vueltas.

-No, señor.- se acercó a mí y siguió corriendo. Dirigí mis ojos hacia ella, estaba transpirada y su camiseta comenzaba a mojarse logrando marcar su figura. Su cabello también estaba algo mojado y el peinado que traía se estaba desarmando, varios mechones de pelo cayeron sobre su rostro, le quedaba bien.

No sé en qué momento termine en el suelo, mis pies se enredaron de tal manera que pude ver la pista desde cerca. Traté de levantarme lo más rápido que pude pero parecía una jirafa recién nacida.

-¿He ganado?- escuche a Martínez gritar. La busqué con la mirada y la encontré alejada de mí, seguía corriendo. No pude esconder la carcajada que salió de mi boca. Esta chica era algo extraordinario.

-Detente, has ganado.- dije mientras acomodaba mi postura. Martínez se acercó corriendo, supongo que para demostrarme que podía seguir haciéndolo sin dificultad.

-¿Está bien, señor? Está sangrando.- seguí su mirada y termine en mis rodillas. Tenía razón, estaba sangrando y ni me había dado cuenta.

-Si, estoy bien, no ha sido nada.

-¿He cumplido con sus expectativas?- preguntó mientras limpiaba el sudor de su frente.

-¿Has aprendido la hora de levantarse?

-Cero quinientas.- sonrió levemente.

-Repítelo mientras vas con tus compañeros.- asintió, saludó y se volteó para irse.- Y mañana ordenarás las camas de toda tu unidad.- se volteó de nuevo mientras me miraba mal.

-¿Por qué?

-Porque yo lo digo, puedes irte.- le dediqué una pequeña sonrisa y la vi irse, estaba enojada y provocar eso comenzaba a gustarme.

¡La amo, Martinez!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora