𝐡𝐞𝐫𝐞'𝐬 𝐰𝐡𝐞𝐫𝐞 𝐰𝐞 𝐞𝐧𝐝 | 𝐣𝐨𝐧𝐚𝐡 𝐦𝐚𝐫𝐚𝐢𝐬

17 -,, aquí es en donde terminamos

𝟏𝟕 -,,

𝐚𝐪𝐮𝐢 𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐭𝐞𝐫𝐦𝐢𝐧𝐚𝐦𝐨𝐬

—¡Si! Lo sé, ¿Ok? Lo sé todas las malditas mañanas cuando es ella y no tú, cuando sus ojos son castaños y no azules y su piel es morena y no pálida. Lo sé cuando se ríe y no es tu risa y cuando no me da un beso en la mejilla cada vez que deja la habitación. Elif, te lo juro que lo sé. Es un error. Todo esto es un error y lo estoy intentando arreglar. Déjame hacerlo. Lo digo ahora: Lo lamento tanto. Si, fui un cretino y te engañé, pero de verdad lo lamento.

Me quedo quieta en mi lugar y se por primera vez en el día que ya no es necesario aguantarme las lagrimas. Estas lágrimas que corren por mis mejillas tienen sentido, me acaba de decir cosas que no imaginaba que pasaban por su mente misteriosa. Jonah me extraña, y ahora puedo decir que es verdad. Lo conozco, conozco como habla cuando miente y como mira a los ojos cuando dice la verdad. No está mintiendo y aun así no logro entender. No quiero que siga hablando, porque soy débil y en este momento puedo tomar decisiones equivocadas.

—Entonces... ¿Entonces por qué hiciste lo que hiciste? ¿Por qué me engañaste? —parece que no lo tomo por sorpresa, debió haber esperado esa pregunta de mi parte. Se pasa la mano por los rizos. Se ve encantador con su traje y su camisa blanca debajo.

—Monica es alegre y graciosa y, —me analiza un momento antes de decir algo más. Sabe que está hablando sobre terreno peligroso— y es vivaz, es atrevida y está loca, pensé que... pensé que era lo que quería. Tu eres el otro extremo; eres tranquila y madura y eres sarcástica y estaba confundido. Monica parecía estar interesada en mi y me hacía sentir como en aire fresco, fuera de nuestra relación en donde yo cargaba el buen humor y tú las decisiones. Pensé que era lo que quería.

Wow, Jonah, pienso, que manera de decir las cosas. Mientras agradezco el hecho de que está siendo bastante honesto con sus sentimientos y no puedo quejarme siendo que yo pregunté, odio bastante escucharlo decir eso: que yo soy aburrida y que Monica lo hizo pensar que merecía ser engañada y dejada. No me alegra escuchar la verdad acerca de mi. Jonah no está mintiendo o diciendo idioteces: tiene razón. Soy aburrida y Monica no lo es.

No puedo negarlo. No hay manera.

Me quedó callada, no puedo argumentar aunque si se que puedo decirle que es un idiota y que debió de haber temrinado conmigo antes de enrollarse con Monica. Cuando sabe que no voy a decir nada, dice algo más.

—Elif, no estaba bromeando la noche de la fiesta. Huye conmigo, no quiero casarme y sé que tú no quieres que lo haga por más que lo niegues.

Después de escucharlo hablar mi corazón se hunde en mi cuerpo y termina en mis pies, dejándome tonta y pesada; pálida y débil, y, por primera vez, veo lo tentador en su oferta. No suena mal, porque yo aun lo amo y si las cosas fueran tan solo un poquito distintas, no dudaría en tomar su mano y correr.

Pero soy aburrida. Él lo ha dicho y él lo sabe. Ambos tenemos responsabilidades, aunque más que yo, y no voy a ser la razón por la que las abandone.  No le va a hacer lo mismo que me hizo a mi, porque, aunque paso mucho tiempo del día detestandola sin querer, no odio a Monica. Fuimos amigas, no merece lo que yo, al parecer, sí merecí.

—No, Jonah. Aquí es en donde terminamos.

Pero me mira con esos ojos intensos y para nada agobiados: esperaba mi respuesta. Yo no esperaba la suya.

—No, Elif, la verdad es que no lo creo.