6. Un Final Inesperado

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Curie y Morandé se hallaban en el Departamento de Antoine. Escuchaban con atención su versión sobre lo sucedido aquel día en el Edificio Hálène.

—Así que ella tocó el tablero y todo desapareció —dijo Curie.

—En efecto. No sé si la volveré a ver de nuevo.

—Disculpe que no le dé esperanzas; pero ella hizo una alianza con un demonio —dijo Morandé.

—Fue un acuerdo, Morandé. ¿No escuchaste? —dijo Curie.

—Bueno, como sea... Fue con un demonio. No es cualquier cosa, Paul.

—Disculpen; pero ya no quiero hablar más sobre el tema —dijo Antoine.

—Disculpe usted; pero hay una pieza faltante en todo esto —dijo Curie.

—¿Cuál?

—Ya hubo otro juego. ¿Dónde está la persona a quien Anette le transferiría la maldición? Es más... ¿Dónde está Anette? —expresó Curie.

—En el edificio no había nadie —dijo Morandé.

—Entonces, el último sobreviviente es...

—¡LA NIÑA! —gritaron Paul y Roel al mismo tiempo.

¿De qué niña hablan?

—Una niña que encontramos afuera del lugar. Por cierto, ahora no está el Edificio Hálène.

—¿Cómo qué no está?

—Fue demolido hace dos años. Ahora es una tienda de abarrotes.

—Era... —dijo Morandé

—Como sea.

—Entonces... —dijo Antoine, bajando la cabeza—, Anette no regresará. Ya transfirió su maldición, y no volvió.

Antoine se levantó del sillón y se dirigió hacia la ventana de su departamento.

—Lo lamento, Antoine.

—No se preocupe, Comandante. ¿Sabe algo?, Anette y yo íbamos a casarnos. Teníamos tantos planes. Mis padres nos obsequiaron una casa en Plage Prescille.

—¡Wow! Un lugar lujoso —expresó Morandé.

—Morandé... —dijo Curie, mirándolo con desprecio.

—Déjelo, Comandante. Tiene razón. Es un sitio lujoso. Era nuestro sueño hecho realidad.

—¿Y por qué está aquí? Tiene una casa en la playa. No hay mejor lugar para despejar la mente —preguntó Morandé.

—Prometí que compartiría mi vida con Anette en ese lugar. Solo, no vale la pena. Aquí vivimos ambos desde la universidad. Éramos felices. Luego de casarnos, trabajaríamos como arquitectos en la empresa de mi padre. Pero ahora... todo se desplomó.

Curie ubicó la mano sobre el hombro de Antoine.

—Tenemos que irnos, Antoine. Fue de mucha ayuda.

—Gracias por venir. Ahora sé que no debo seguir esperando a Anette.

—La vida continúa. Aún es muy joven, Antoine.

—Sí... —respondió Antoine.

—¡Vamos! —dijo Curie a Morandé.

Ambos abandonaron el Edificio. Luego, llegaron a la avenida; pero en cuanto decidieron entrar al vehículo, un ruido los desorbitó. Un golpe muy fuerte detrás de ellos.

—No puede ser... —dijo Morandé.

El cuerpo sin vida de Antoine Roussel, estaba sobre la acera con los ojos abiertos; mientras la sangre comenzaba a salir de su cabeza. Él decidió acabar con su vida. No soportaba tantos recuerdos del pasado. Jamás lograría vivir con la imagen difusa de su eterno amor.

Curie llamó al equipo forense por el radio comunicador, mientras se agachaba para certificar que Antoine se había ido.

—Somos culpables de esto —dijo Morandé

...

Rato más tarde, Morandé y Curie se encontraban rumbo al Hospital para ver a la niña.

—No puedo creerlo. Entramos a su hogar para quitarle las esperanzas de reencontrarse con su prometida —dijo Morandé.

—¡SILENCIO! No quiero tocar más el tema —dijo Curie.

—¿Así evades la responsabilidad, Paul? Somos responsables de lo que le sucedió a ese hombre.

—Él actuó solo, Morandé. Nadie lo obligó a hacerlo. Ahora concentrémonos en la niña. Ella es la última sobreviviente. Si lleva el mal en su interior, todo París está en riesgo.

—¿Y cómo pretendes detenerla?

—Creo que la clave está en el tablero de la Ouija. Si logramos destruirlo, es posible que todo acabe. Ese debe ser el conducto.

—¿Pero cómo lo encontraremos? La niña no tenía el tablero, ¿o sí?

—¿No escuchaste lo que dijo Antoine? El tablero apareció durante el juego.

—Un momento... ¿pretendes entrar en el juego?

—No encuentro otra manera de hacerlo. Debo intentarlo.

—¡Estás loco!

—¿Tienes una mejor idea? —preguntó Curie.

—Ya se me ocurrirá algo.

—Eso supuse. No tienes nada. 

Escondido, un Juego de MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora