4. Atrapados

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31 de Octubre de 2026

Paris, Francia

Muchos recuerdos tristes llegaban a la memoria de Anette. Ella observaba el paisaje desde la ventanilla del auto de su prometido: Antoine Roussel. Retornaba nuevamente a su amado pueblo, luego de recibir la lamentable noticia del deceso de su padre. La joven a sus 18 años, decidió partir a la ciudad de Floriane, para iniciarse como una universitaria. Había dejado atrás el fatídico suceso que marcó su adolescencia; pero las circunstancias de la vida la obligaron a regresar.

Antes de llegar a Batís, ella le pidió a su prometido que se desviara del trayecto. Necesitaba ver una vez más el Edificio Hálène. Ese lugar maldito que se llevó a dos de sus seres queridos. Aún recordaba aquella silueta. Era algo que no desaparecería de su memoria.

—Detente aquí, Anton... —dijo Anette.

Ella bajó del vehículo, y observó ese antiguo edificio, cubierto con una blanca nieve. Parecía un lugar tranquilo.

—¡Ten, hace frío! —dijo su prometido, mientras colgaba de sus hombros, un bello abrigo de piel, que combinaba perfectamente con su hermoso cabello rubio.

—Este lugar es muy triste para mí —dijo Anette.

—¿Y por qué me pediste que pasara por aquí?

—Necesitaba verlo una última vez.

—¿Es el edificio del que me hablaste?

—Sí.

Anette se acercó a la entrada del lugar, y vio fijamente hacia la puerta. Solo la separaba de ella, una cinta de precaución, igual a la que vio cuando era solo una adolescente.

—Quisiera que nada de esto hubiera sucedido. Adiós a ambos. A mi maravilloso hermano, y a mi inseparable amigo. El chico que me salvó. Siempre los amaré... donde quiera que se encuentren.

Mientras Anette reclinaba su cabeza, y una última lágrima corría por su mejilla, la puerta se abrió repentinamente. Esto provocó que ella retrocediera unos pasos.

—¡No puede ser cierto! —exclamó Anette.

Su prometido se acercó, con miedo.

—Se abrió sola...

—Te dije que es un edificio maldito.

—Creo que deberíamos irnos, Anette. No es buena idea quedarnos aquí —dijo Antoine, tomándola del brazo.

De pronto, Anette corrió hacia la puerta. Pasó debajo de la cinta amarilla, y entró al lugar. Antoine la persiguió, y quedó paralizado al ver el interior.

—Está justo como lo recuerdo.

—No hay nadie aquí... ¿Quién demonios abrió la puerta?

—No lo sé. Tenía la esperanza que fuera...

—Anette; es hora de irnos. Ya viviste esto. No te hagas más daño.

—Tienes razón, amor. Vamos a casa.

Antoine tomó a Anette de los hombros, y ambos se dirigieron hacia la puerta; pero notaron algo que los dejó sin aliento...

—¿Dónde demonios está la puerta? —preguntó Antoine.

—¡No! Otra vez no... —dijo Anette, volteándose bruscamente.

De pronto, justo frente a ambos, apareció un chico.

—¿Adrien? —preguntó Anette.

Solo uno saldrá de aquí con vida... —expresó una voz tenebrosa que retumbó en todo el lugar.

Luego, varios coágulos de sangre formaron el número 50, en la pared al lado de la escalera.

Es hora de jugar...

—¡NOOOOO! —exclamó Anette, mientras ella y su prometido, quedaban atrapados en el interior del misterioso Edificio Hálène.

Así desaparecieron Anette, y Antoine; quien también fue víctima de las consecuencias de ese juego maldito que se convirtió en una condena. Posiblemente uno de ellos sobrevivió; pero nadie se enteró quién logró salir con vida.

El Edificio Hálène fue demolido en el año 2028, luego de una inspección profunda de las autoridades. Todos los habitantes de la Calle Albane votaron a favor. Finalmente se deshicieron de ese lugar plagado de demonios.

Muchos se acercaron al sitio para situar arreglos con rosas, en honor a las pobres almas que se llevó el demonio que habitaba en su interior.

...

Dos años después, una tienda de abarrotes reemplazó al Edificio Hálène. Era enorme, y maravillosa. A los niños les encantaba visitar el formidable lugar. Tenía dos niveles repletos de una variedad increíble de golosinas.

En el día de Halloween, fue decorada con orgullo por sus dueños. Estaban entusiasmados. Todos los que entraran a la tienda para la festividad del día de brujas, se llevarían terroríficas sorpresas.

Esa misma noche, una mujer de 70 años ingresó a la tienda con su nieta.

—¿Abuela, puedo...? —preguntó Alizee Roux

—Sí, cariño. Pero no te alejes mucho.

La señora caminó hasta el amplio mostrador. En este se hallaban sus dueños, muy alegres y sonrientes.

—Supongo que ustedes son los dueños de este lugar.

—Supone bien, madame —respondió Dean Richard.

—El sitio es enorme. Yo tuve la desdicha de vivir en el edificio que estaba ubicado en este lugar.

—¿Usted es Camille Roux?

—En efecto, soy yo.

—Es usted la leyenda viva de lo que sucedió en el Hálèn. La única sobreviviente.

—¡Sí! Lamentablemente luego de esa tragedia, continuaron sucediendo cosas. Tardé mucho tiempo en reponerme de todo eso.

—Lo sé. La desaparición de aquellos chicos de Batís.

—¡Exacto!

Dean pasó a un lado del mostrador. Luego, tomó a Camille de sus manos, y las besó.

—Todo eso ya pasó, madame. Ahora este es un lugar diferente.

—Estoy convencida de que es así.

De pronto, todos los niños, y jóvenes, bajaron desesperadamente las escaleras, mientras Camille y los dueños del lugar, observaban el extraño escenario.

—Hay un monstruo allá arriba —dijo una pequeña.

—Tranquilos, chicos. Es solo parte de la decoración. ¡Es noche de Halloween! —dijo Dean, tratando de calmarlos.

—No entiende, es una mujer extraña.

Dean volteó y observó a Camille.

De pronto, un espectro con forma de mujer bajó las escaleras, dejando una grotesca mancha de sangre bajo sus pies. Sus ojos estaban totalmente blancos, y su piel era completamente oscura.

—¡Es ella! —gritó un chico.

Todos se dirigieron hacia la puerta para tratar de escapar; pero esta había desaparecido.

—La puerta... no está —dijo una jovencita.

—Eso es imposible —expresó Dean.

—¡Ha vuelto! —exclamó Camille.

Luego, las luces se apagaron; excepto una bombilla que iluminaba en el centro del lugar. Ahí, comenzó a formarse aquel grotesco coágulo de sangre, que pronto se transformó en el número 50.

La voz grotesca se manifestó nuevamente, y dijo lo siguiente:

Solo uno saldrá de aquí con vida...

El macabro juego del Escondido continuó su curso. Sin importar que se encontrara sobre los cimientos, donde reposó por generaciones el Edificio Hálène, el mal seguiría provocando estragos. Tal vez es cierto lo que una vez dijo Anette: "No es un juego invocar a la muerte".

Escondido, un Juego de MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora