Capítulo X

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La visita a la farmacia no fue nada agradable. Llegaron y no había nadie, cosa por la cual dieron gracias. Saludaron al farmacéutico, un señor de unos cincuenta años.

— Debimos ir a urgencias— susurró JiMin, viendo la cara del farmacéutico.

— A buenas horas.

El farmacéutico se dio la vuelta cuando escuchó pasos y vio a los dos jóvenes.

— ¿Querían algo, jóvenes?— preguntó con una sonrisa.

JiMin abrió la boca, posiblemente para contar la historia, pero en aquel momento la puerta volvió a abrirse y entró un mujer muy anciana, vecina de JiMin, de unos setenta años.

— ¡Hola, JiMin, querido!

— ¡Hola, señora Jing! Pase usted.

— Oh, no, querido. Yo seré vieja, pero me mantengo perfectamente. Tú estabas primero.

Tanto JiMin como YoonGi se miraron, ayudaron a la señora Jing a sentarse en una silla y volvieron al mostrador.

— Bueno— dijo JiMin— él y yo estábamos juntos... estamos juntos— le lanzó una significativa mirada al farmacéutico— y hacía tiempo que no nos veíamos...

— JiMin, cariño, no creo que eso haga falta decirlo.

— Y tú también podrías colaborar— replicó, de mal genio.

El farmacéutico había alzado una ceja y la señora Jing se había girado en la silla para escuchar la conversación que tenían JiMin, YoonGi y el farmacéutico, la buena mujer oía todo pero no se enteraba de nada.

— Fui un poco brusco al penetrarle— dijo YoonGi.

— Bastante— añadió JiMin— me hizo llorar.

El farmacéutico ahora tenía las dos cejas tan arriba que se le habían confundido con el pelo del flequillo.

— No le preparé para el sexo— explicó YoonGi, apesadumbrado.

— Eso no fue culpa suya, es que yo estaba muy ansioso...

— Sea como fuere... tiene una pequeña herida en el ano y no quiero que este mal, incómodo o, lo que es peor, pueda acabar pillando alguna enfermedad por alguna infección.

El farmacéutico, a estas alturas estaba tan anonadado que no daba crédito a lo que escuchaba. Quería decirles a aquellos chicos que le dieran una bofetada para que reaccionara y así poder ocuparse de su problema pero, al parecer, tampoco podía hablar.

— ¡Por la mula del pueblo de mi abuela! ¡Si estáis hablando de dos hombres!— saltó, de la nada, la señora Jing.

Todos la miraron. La señora Jing estaba tan sonriente como si hubiera descubierto el secreto mejor guardado de la historia, como si acabara de acertar la solución de un acertijo muy complicado.

YoonGi y JiMin no comentaron nada, se dieron la vuelta y se dirigieron al farmacéutico que, gracias a las palabras de la señora Jing, había reaccionado.

El hombre volvió con una crema y, en el momento en el que volvió la puerta se abrió y JiMin quiso suicidarse. Otra vecina de su barrio, a la que conocía de vista, acababa de entrar, iba con la curiosa de su hija de cuatro años. No la conocía como a la señora Jing, así pues, no se saludaron.

— Bien, tienes que ponerte esta crema tres veces al día— le dijo— te lavas bien las manos y te la hechas bien— explicó y JiMin asintió— cada vez que vayas al baño, para cualquier cosa— continuó— te lavas bien con agua y jabón neutro la zona donde tengas la herida y te hechas la crema. Es fundamental que la zona esté muy limpia— JiMin volvió a asentir y el farmacéutico bajó la voz— convendría que no mantuvierais relaciones sexuales durante semana o semana y media. Y cuando las volváis a practicar, tu novio debe usar protección.

Doble TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora