CAPÍTULO 30

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—Sí, no pasa nada Hana, de verdad. Diviértete, nos vemos después.

Abrí la puerta del apartamento y cerré tras de mí de forma arrebatada, sintiéndome abrumada por todos los sentimientos que chocaban en mi interior. Creí que contándole todo a Hana, aunque fuese por teléfono, estaría más tranquila pero, aún así, no había funcionado en absoluto. Me sentía igual de enfadada, triste y agotada.

Tras salir del edificio de C&R y tranquilizarme decidí acercarme al local de ensayo donde estaba mi grupo, en un intento de disculparme con ellos por haber desaparecido durante una semana y ni siquiera haber contestado a los mensajes. Cuando llegué allí y abrí la puerta sus expresiones decepcionadas me cruzaron el corazón y me dejaron hecha añicos. En aquel momento ya sabía cómo terminaría todo.

Cuando Suni y yo nos animamos a crear el grupo, decidimos que sería buena idea poner algunas normas mínimas para el buen funcionamiento del mismo. Efectivamente, entre aquellas reglas existía una que consistía en haber ensayado con el grupo al menos cinco días antes de una actuación si se quería participar en la misma. Si no era así, esa persona no participaría en aquella actuación y el resto del grupo se adaptaría a tener uno menos. De esta forma, pretendíamos asegurarnos un compromiso. Un compromiso que yo había pasado por alto esta semana.

Había perdido la confianza de todos ellos y eso me dolía muchísimo. Nunca había roto ninguna regla y siempre he sido la más comprometida, pero me había pasado de la raya. Me creó un enorme sentimiento de impotencia el que los chicos me preguntasen que me había pasado para desaparecer tantos días y ni siquiera poder darles una explicación decente aparte de un millón de excusas. Pude ver en los ojos de Suni que sabía que le estaba mintiendo, pero la chica no dijo nada al respecto.

Es más, al salir de allí solo recordaba, en concreto, una frase que había dicho ella:

"Recuerda que fuiste tú quien puso esta regla porque no te fiabas, _____".

El camino de vuelta a casa fue agonizante y las ganas de llorar por la rabia que sentía me inundaba. En estos momentos era cuando sopesaba si conocer a la R.F.A me había traído más alegrías o disgustos. Había perdido todo lo que quería en medio día. ¿Podría la mala suerte dejarme en paz solo por una puta vez?

Al encontrarme sola en mi apartamento tenía claro qué era lo único que quería hacer. Solté lo que traía en las manos en la encimera de la cocina y, tras pasarme las manos por la cara, comencé a desnudarme mientras caminaba hacia mi habitación en busca de mi pijama. Cuando terminé de cambiarme volví a la cocina para servirme una copa de vino y mi estúpida mente no pudo hacer otra cosa que llenarme de recuerdos de Jumin. Sobre todo de aquel mensaje en el que me atreví a decirle que el vino me recordaba a él.

Joder si lo hacía... lo que nunca esperé es que sería un recuerdo tan amargo.

Sacudí la cabeza en un intento de alejar aquellos pensamientos y no deprimirme aún más y saqué de una de las bolsas que traía una tarrina de medio kilo de helado que me había comprado.

Así que allí estaba, tirada en el sofá con una copa de vino y muchísimo helado a las cinco de la tarde, buscando algún drama adolescente que ver mientras me compadecía de mí misma. Muy pocas veces había tenido ganas de hacer algo así... siempre he intentado buscar una solución alternativa. No obstante, sabía que esta vez no la había... o al menos, por una vez, yo no tenía ganas de buscarla.

Al cabo de más de media hora cuando por fin había decidido qué película ver y abandoné el teléfono a un lado, permanecí manteniendo toda mi atención en la televisión y el helado. No obstante, al contrario de lo que me había dicho Hana por teléfono, ella estaba apareciendo por la puerta acompañada de alguien.

Conociendo a Jumin Han -Jumin Han x tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora